MI MEJOR AMIGO, MI TAMBOR
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MI MEJOR AMIGO, MI TAMBOR

Extraído de "Mi tambor y el libro de los candombes imposibles"

Gustavo Balta | 19 nov 2025


MI MEJOR AMIGO,MI TAMBOR.
De Gustavo Balta.
Cuando era niño, lo esperaba con ansias, como se espera un regalo que se escapó de un sueño. Cada noche, antes de dormir, lo imaginaba entre papeles brillantes y lazos de colores, latiendo dentro de la caja como si supiera que yo ya lo estaba buscando.
Y aquel día llegó. Aquel 6 de enero, con la luz del amanecer filtrándose por las ventanas del barrio, apareció él: mi tambor.
No era solo un juguete, no era solo un objeto; era un compañero, un confidente, una extensión de mí mismo que hasta entonces no conocía.
Su parche de cuero relucía con un brillo antiguo, tenía un calor que invitaba a tocarlo y el aroma a madera recién trabajada me hizo sentir que estaba frente a algo vivo.
Desde el primer instante supe que no seríamos simplemente niño y tambor: que no sería solo yo… sino nosotros.
Desde aquel día, todos en el barrio me conocieron como “el niño del tambor”. Pero no era un tambor cualquiera: era mi mejor amigo, mi voz cuando no había palabras. Cada golpe sobre su parche era una conversación, un suspiro, una risa compartida.
Cada repique era un secreto que solo nosotros entendíamos. Yo le contaba mis miedos, mis alegrías y mis descubrimientos; él me respondía con un ritmo que me hacía sentir comprendido.
Lo llevé a todas partes. Bajábamos juntos por las calles empedradas, entre casas bajas y veredas llenas de polvo, mientras yo golpeaba su cuero y
hacía vibrar la madera.
Los vecinos se asomaban, sonriendo, y alguien gritaba:
—¡Ahí va el niño y su tambor!
Yo reía, y en mi risa sentía la magia que nos rodeaba. El tambor tenía vida propia; sabía cuándo alegrar una tarde gris y cuándo acompañar un llanto con un ritmo suave, casi secreto.
Lo cuidaba con devoción: lo pintaba con colores vivos, lo dejaba al sol para que se secara después de la lluvia, lo llevaba a la esquina a que lo vieran y lo escucharan.
La humedad era su enemiga, pero el viento y mi energía lo mantenían siempre vivo.
A veces me sentaba en el patio del conventillo, golpeando el tambor despacio, y sentía cómo las notas recorrían las paredes, subían por los balcones y bajaban por las calles del barrio.
Los pájaros se detenían a escuchar, los perros levantaban la cabeza, y hasta los árboles parecían inclinarse hacia nosotros. La música no era solo sonido: era magia, era un hilo invisible que unía todo lo que me rodeaba.
Con él aprendí que la amistad no siempre se mide en palabras; a veces, se mide en el ritmo compartido, en la complicidad silenciosa, en la alegría que nace de un golpe exacto en el cuero.
Con mi tambor aprendí también que el tiempo puede detenerse y que las cosas importantes, las que realmente cuentan, son aquellas que laten con el corazón.
Soy tamborilero, y mi tambor es mi mejor amigo. Él guarda la mitad de mi alma, y yo… guardo la mitad de su corazón.
Cada vez que lo toco, siento que estamos completos, que somos uno, que juntos podemos hacer que todo el barrio baile, que la vida sea un candombe interminable y que los sueños nunca dejen de sonar.
También disponible en http://www.gustavobalta.com
                                  

Mi Mejor Amigo, Mi Tambor .

De Gustavo Balta.

Extraído de "Mi Tambor y el Libro de los Candombes Imposibles"

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Mi tambor

publicada el ( 19 nov 2025 ) por MIGUEL
Enhorabuena. Bonia prisa poética


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