"BONJOUR LA LA LA"

Entrevista a M.J. Ruíz

por su magnífica novela sincera y profunda

"Bonjour La La La"

Buenas tardes, M.J.

Nos reunimos hoy para hablar de tu última novela que lleva por título ‘Bonjour La La La- La verdadera revolución es amar’, que tiene la particularidad de contar con códigos QR para escuchar canciones. Como se dice en el libro: ‘cada historia de amor tiene su banda sonora’. Al final se encuentran las letras, además, de cada uno de los temas. Considero un acierto hacerlo porque resulta mucho más emotiva la experiencia.

J.M.: Como no es la primera vez que te hago una entrevista y nuestros lectores pueden leer sobre ti en las anteriores, voy a preguntarte directamente sobre la nueva novela. ¿Cómo nació la idea de escribir ‘Bonjour La La La? ¿Hacía tiempo que tenías pensado hablar de esa historia?¿Nace de alguna experiencia propia del pasado?

M.J.: La idea de Bonjour La La La nació de una necesidad muy íntima: quería abrir mi corazón de manera auténtica y compartir, desde mi propia experiencia, cómo a veces nos enamoramos cuando menos lo pensamos o esperamos. Esa clase de amor que llega de alguien que no formaba parte de tu realidad, que irrumpe casi por sorpresa y lo cambia todo.

No fue una historia que llevara años planeando; más bien fue apareciendo a medida que comprendí lo que aquella vivencia significó para mí. Porque hay encuentros que sacan lo mejor de una misma, que te revelan facetas que desconocías y que, de algún modo, marcan el inicio. Esa transformación interior dio origen a un latido distinto, una nueva forma de amar. 

J.M.: La letra y la música de la banda sonora de tu novela son tuyas. ¿Cómo viviste esa experiencia? ¿La ibas haciendo mientras escribías la novela o fue posterior a haberla escrito?

M.J.: La canción que da título a la novela —o quizá debería decir que la novela toma su nombre de la canción— nació como un poema que escribí para la Gaby real. Ese poema fue el origen de todo: a partir de él comenzó a tomar forma la historia, los personajes y el latido emocional del libro.

La experiencia de crear la banda sonora fue muy orgánica, casi inevitable. No fue algo posterior, sino un proceso en paralelo a la escritura. Cada capítulo fue pidiendo su propia música, su propio ritmo emocional, y así nacieron las canciones que acompañan los momentos más significativos de la narración.

En cierto modo, podría decir que no solo escribí una novela con música, sino que la música me ayudó a escribir la novela.

J.M.: El prólogo de tu libro es de la escritora Victoria Clarkson, cuya última novela vio la luz el año pasado y que se titula ‘Atrapados en la nube’. ¿Cómo surgió que ella prologase tu libro?

M.J.: Conocer a Victoria Clarkson fue una sorpresa maravillosa. Yo soy una persona bastante reservada, pero ellas me ganaron muy rápido con su humor, su cercanía y ese cariño tan auténtico que transmiten desde el primer momento.

Poco a poco fuimos creando un vínculo creativo y humano que se convirtió en un verdadero equipo. Tenemos muchas cosas que contar juntas, muchas ideas en marcha, y sentía que esta novela —tan personal para mí— no estaría completa si ellas no formaban parte de alguna manera.

Por eso el prólogo de Victoria es tan especial: no solo introduce la historia, sino que refleja ese encuentro inesperado que, igual que en la novela, llega para sumar y transformar.

J.M.: Cuando presentas tu libro, ¿también se cantan los temas de la banda sonora del mismo? ¿Quién te acompaña para esos eventos ?

M.J.: Sí, me gusta traspasar el papel y llevar la historia a un terreno más sensorial. En mis presentaciones intento que el público viva las emociones de la novela a través de la música, porque creo que mis espectáculos hablan mucho de quién soy y de mis inquietudes artísticas.

No estoy sola en ese proceso: me acompaña mi equipo, Ana Ferreiro y Maribel Nicolás, que son un apoyo fundamental. Además, cuento con la colaboración de músicos, cantautores y cantautoras que aportan su sensibilidad y enriquecen cada puesta en escena.

En el caso de Bonjour La La La, también he tenido la suerte de trabajar con la profesionalidad de Guarcharte Producciones, que ha ayudado a dar forma a una experiencia todavía más completa.

J.M.: Tu novela narra la historia de amor de dos mujeres (Leo y Gaby) en París, ciudad en la que se conocen. Mientras Leo está sentada contemplando la luz de la luna que caía en las aguas del Sena,  Gaby se acerca hablando francés poniendo una excusa para acercarse. Suena el teléfono de Gaby y Leo puede ver que es Mexicana, lo cual facilita la comunicación entre ellas. Se sientan juntas a contemplar el río.

¿Qué diferencias podemos hallar en las dos mujeres de entrada?

M.J.: Al inicio de la novela, Leo y Gaby llegan a esa escena a orillas del Sena desde lugares muy distintos —emocional y vitalmente hablando—, y creo que esa diferencia es justamente lo que hace que su encuentro sea tan potente.

Leo es más introspectiva, sensible y reservada. Está en un momento de búsqueda personal, un poco descolocada por experiencias previas y con una mirada muy vulnerable hacia el mundo. Observa, siente, duda… y se descubre a sí misma casi al mismo tiempo que descubre a Gaby.

Gaby, en cambio, irrumpe con una energía muy distinta: es luminosa, espontánea, extrovertida, con un punto de descaro y una mezcla de fortaleza y fragilidad que la vuelven magnética. Llega marcada por una ruptura, pero mantiene esa soltura y esa chispa que la caracterizan. Además, viene de un entorno privilegiado, de una vida protegida, y aun así muestra una humanidad muy abierta, muy inmediata.

Por eso, lo primero que se percibe entre ellas es ese contraste:
Leo mira el mundo hacia dentro; Gaby, hacia fuera.
Una observa, la otra se lanza. Una teme, la otra se atreve. Una duda, la otra rompe el hielo. Y justo esa diferencia es la que crea la conexión tan especial que las une desde el primer segundo.

J.M.: Gabriela (Gaby) siempre va con un guardaespaldas y Leo vive en un apartamento con su amiga Nerea, que aunque tiene un novio en España, se ha liado con Manu en París, razón por la cual Leo suele irse de casa para dejarles espacio. ¿Qué importancia tiene Nerea y el guardaespaldas para cada una de ellas?

M.J.: En la historia, tanto Nerea como el guardaespaldas cumplen un papel importante, aunque desde lugares muy distintos.

Para Leo, Nerea representa un ancla cotidiana. Es amiga, compañera de piso y, sin pretenderlo, el detonante que impulsa a Leo a salir más, a estar fuera de casa, a encontrarse con su propia historia. Nerea vive París con una libertad que Leo todavía no ha descubierto, y su relación con Manu, ese “ruido de fondo” sentimental y sexual, termina empujando a Leo a buscar su propio espacio. En ese sentido, Nerea funciona casi como una fuerza que la mueve hacia afuera, hacia la vida… y hacia Gaby.

Para Gaby, el guardaespaldas representa justo lo contrario: el recordatorio constante de la vida controlada de la que viene. Simboliza la vigilancia, la protección extrema, el mundo acomodado —y a veces restrictivo— que la rodea. Pero, al mismo tiempo, es un personaje que le da contexto: muestra de dónde viene, por qué actúa como actúa y qué heridas o límites arrastra. Su presencia hace visible la burbuja en la que Gaby ha crecido, y, en contraste, la libertad emocional que encuentra en Leo.

Así que, de alguna manera, Nerea impulsa a Leo hacia la historia, y el guardaespaldas arrastra a Gaby desde su pasado hacia su presente. Ambos sirven para enmarcar a las protagonistas y mostrar sus diferencias: una más autónoma pero insegura; la otra más protegida, pero atrapada en esa protección. Y en ese contraste, precisamente, se sostiene parte de la magia del encuentro entre ellas.

J.M.: En esta novela está presente la cultura mexicana, ¿qué es lo que más te impacta y lo que más te gusta de ella?

M.J.: La cultura mexicana tiene una presencia muy fuerte en la novela porque, para mí, es una cultura de contrastes que se te cuela dentro. Lo que más me impacta de ella es esa manera tan auténtica de sentir la vida: la intensidad, la espontaneidad, la forma en que se habla, se ama y se sufre. Eso, para alguien más reservado como Leo, es transformador.

Y lo que más me gusta —y que está muy presente en Gaby— es la mezcla entre ternura y bravura: esa calidez que te arropa y, al mismo tiempo, esa fuerza interior que te empuja a vivir sin miedo. Me fascinan los acentos, los colores, la musicalidad de las palabras, la forma de celebrar, de reír, incluso de llorar. También la relación con la familia, la espiritualidad cotidiana, el sentido del humor lleno de picardía, y esa manera tan profunda de conectar con lo emocional y lo sensorial.

México tiene algo que se mete en la piel. Y en la novela, ese “algo” entra en la vida de Leo como un torbellino hermoso que le despierta el alma.

J.M.: El epílogo de tu novela es altamente significativo . A mí, particularmente, me encantó. ¿Crees que debería haber más Literatura que hable de la diversidad? ¿Qué es lo que más echas en falta en relación a ello?

M.J.: Creo que sí, que necesitamos mucha más literatura que hable de la diversidad, pero sobre todo que lo haga desde la naturalidad. 

Lo que más echo en falta es precisamente eso: relatos donde la diversidad no sea el conflicto, sino el contexto; donde las historias de amor entre mujeres, entre hombres, o entre personas que no encajan en las estructuras tradicionales, puedan vivirse con la misma profundidad, belleza y complejidad que las historias heterosexuales que hemos leído durante siglos.

A veces siento que seguimos necesitando justificarnos, como si hubiera que explicar por qué existimos o por qué merecemos un espacio. 

El epílogo de la novela tiene ese sentido: cerrar con un mensaje que habla de libertad, de identidad y de amor sin etiquetas. 

J.M.: No voy a desvelar más de tu novela porque deseo que se lea y se escuchen los temas. Decir, eso sí, que a mí me ha gustado mucho porque es altamente sensorial, emocional, atrevida y que muestra la intimidad entre dos mujeres de una forma natural. M.J. narra la historia que sientes que parte de dentro, de una profundidad que la hace más emotiva. Un coming-of-age erótico contemporáneo y queer que narra el despertar del deseo, la identidad y el placer desde la mirada de una mujer que, por primera vez, se permite amar sin miedo y sin etiquetas.  Me gustaría, sin embargo, a ser posible,  que nos hablaras de tu próximo proyecto si es que ya lo tienes en marcha o te ronda por la cabeza, si es que nos puedes adelantar algo.

M.J.: Mi próximo proyecto se aleja completamente del universo de Bonjour La La La. Esta vez me sumerjo en un thriller ambientado en la ciudad de Madrid, un terreno narrativo que me permite explorar otras facetas que muy poca gente conoce de mí. Me apetecía ampliar horizontes, adentrarme en zonas más oscuras, más tensas, más psicológicas, y hacerlo desde una mirada nueva.

Lo más emocionante es que no lo hago sola: en esta aventura literaria me acompaña Victoria Clarkson. Creo sinceramente que será una sorpresa para quienes conocen mi obra, porque muestra un registro completamente distinto.

J.M.:  Para terminar la entrevista, ¿qué añadirías a la misma que consideres importante?

M.J.: Sí, me gustaría añadir algo que para mí es muy importante. Hace muy poco murió mi madre, y su partida ha marcado profundamente esta etapa de mi vida. Gracias a ella —a su forma de amar, a su fuerza, a su ejemplo constante— me he convertido en una mujer valiente, alguien que trabaja cada día para que su mensaje llegue alto y claro. Fue y seguirá siendo el mejor ejemplo de amor, superación, compromiso y lealtad.

Desde entonces me hice una promesa: que cada proyecto, cada novela, cada canción, cada historia que escriba esté guiada por el corazón. Que sea auténtica, que nazca de la verdad, como Bonjour La La La, y que sirva para mover conciencias, para acompañar, para sanar.

Quiero que mi trabajo conecte con las personas estén donde estén, sean como sean. Porque si algo me enseñó mi madre es que cuando pones el alma en lo que haces, llega. Siempre llega.

Todo lo que hago y haga a partir de ahora es y será un homenaje a ella. Este libro está dedicado a Pepín y María, mis padres. El mayor ejemplo de compañerismo y amor que una hija puede tener. 

                                                           Juana María Fernández Llobera