CATALINA Y EL ARCHIDUQUE
HIPATIA Asociación Intercultural

CATALINA Y EL ARCHIDUQUE

Catalina Homar Ribes y el Archiduque de Austria - Valldemossa

Departamento de Investigación Hipatia | 18 sep 2025


Texto: Redacción

Imagen: [ARCHIDUQUE Y CATALINA] https://mujeresypatrimonio.org/ (/blog/catalina-homar-una-mayorala-poco-tradicional-en-baleares/) : MUJERES Y PATRIMONIO, “Catalina Homar, una mayorala poco tradicional en Baleares”, Giovanna G. de Calderón, 01/03/2023,

(1)    IB3-TV, “L’arxiduc i la pagesa”, IB3/AJUNTAMENT VALLDEMOSSA/MOSAIC PRODUCCIONS, 2023. Guion y dirección: Silvia Ventayol. (https://ib3alacarta.com/play/tv/larxiducilapagesa).

(2)    BOLETÍN SGE N.15/Julio 2023(https://sge.org/exploraciones-y-expediciones/asi-nos-vieron/siglo-xix/luis-salvador-el-archiduque-errante/): “Luis Salvador, el archiduque errante”, Gómez-Navarro, Javier, SOCIEDAD GEOGRÁFICA ESPAÑOLA.

(3)    NIXE: Vocablo alemán que refiere a criaturas femeninas existentes en las aguas estancadas (lagos, lagunas o estanques). Su arte es la danza. Según Karl Grün, folclorista “estas bailarinas tienen por lo demás unos aires misteriosos y aristocráticos. Dan pruebas de mucho sentimiento; su carácter es tierno y poético, pero noble y orgulloso».

CATALINA Y EL ARCHIDUQUE 

                Una carta encontrada entre papeles perdidos en el polvo de la historia, decía así: “Estimado señor: Las horas me parecen meses y los días más largos que los años, desde que estoy separada de usted. Yo con ansia esperaba su carta y no sin pesar me veo privada de los caracteres de quien tanto y tanto amo en este mundo. Preciso es sentir los rigores de la ausencia para comprender todo el tormento que causan a un corazón que todo lo sacrificaría por una sola mirada suya. Señor: qué grande sería mi alegría el que usted viniese a la hermosa Estaca; yo estaría en buena compañía. No me olvide. Catalina” (1)

                Eran las letras de Catalina Homar Ribes (Esporlas, 1869; Valldemossa, 1905) dirigidas a su amado archiduque de Austria (Florencia, 1847; Bohemia, 1915). Catalina era la hija de un carpintero de la finca “s’Estaca”, sita en Valldemossa, con vistas claras al mar. Luis Salvador, archiduque de Austria, era hijo de Leopoldo II de la casa Habsburgo Lorena. Catalina era una pobre hija de familia pobre en una región pobre del Mediterráneo. Su Alteza había nacido en el entorno del “gran Duque de Toscana y de su segunda mujer Mª Antonieta Borbón y dos Sicilias, hija a su vez de Francisco II de Nápoles y de la Infanta Isabel de España, hija de Carlos IV. Era por lo tanto Archiduque de Austria y pariente directo de los reyes de España […]” (2).

                “Su biógrafo, Bartolomé Ferrá, relata: “Mi madre, alma superior –refiere él mismo– había pensado que convenía, para favorecer el desarrollo de mi individualidad, dejarme absolutamente abandonado a mí mismo. Rodeó mi infancia de ocho damas a quienes había expresamente recomendado que me dejaran hacer a mi antojo, cerrando los ojos ante todo lo que pudiera en mí sorprenderlas por estar fuera de las costumbres”. “Entre mis distracciones, las había muy singulares. Pasábame largas horas en la copa de un árbol, rodeado de mis monos, con quienes, al llegar el mediodía, compartía la comida que me hacía subir yo mismo en un cesto atado al extremo de un cordel. Al pie del árbol mi aya alzaba al cielo los brazos desesperadamente”. (2)

                En definitiva, se trataba de dos personas con infancias muy diferentes. Catalina se había formado en una familia mallorquina trabajadora, con la parte patriarcal formal y la matriarcal doméstica de aquella sociedad isleña. Luis, por otra parte, había sido un niño caprichoso, con la posibilidad de dar órdenes a personas mayores que él cuando era sólo un mocoso, un niñato, un bisoño.

                Cuando Catalina tiene quince años, ambos se conocen (Luis tendría 22 años más que ella). Fue en 1867. La joven estaba cantando con delicada voz, y sin instrumento que le acompañara, una copla al aire libre mientras realizaba sus tareas. El viento cómplice le ayudaba a transmitir su tonada. El archiduque oyó su fino y tierno tarareo, sus versos dulces y suaves, apaciguadores, sosegadores. Y no pudo contener su curiosidad por conocer a la dama. Vio en ella ojos dóciles, afables, sumisos. Y pronto el aristócrata depositó su confianza en la fémina. Y ella se sentiría orgullosa de que un gran señor se fijara en su persona.

                Aquel primer encuentro sirvió para que en poco tiempo Catalina tomara el mando de la finca. Fue la primera y la única, al menos conocida, mayorala de Mallorca. Dirigió la explotación agraria hasta que falleció. Aprendió a leer y a escribir (y se nota su ternura y exquisitez en la carta arriba mencionada). Fue, también, muy respetuosa con los campesinos y pescadores, procurándoles trabajo, y hasta mejores condiciones de éste: los días de mal tiempo, en los que no se podían realizar las tareas, la joven capataza consiguió que se les pagara la jornada, adelantándose a los futuros derechos laborales del siglo XX. A los pescadores que se quedaban sin quehacer durante algunos meses, les dio trabajo en la finca como peones, procurando así su subsistencia.

                Por otra parte, su organización resultó tan eficiente que la explotación vinícola llegó a obtener dos premios importantes, uno en París y otro en Chicago, por la alta calidad de su malvasía.

                Viajó también en el Nixe (3) del Archiduque, junto con toda la cohorte de amistades del prócer. Siempre vestía, según las fuentes y los datos historiográficos, con el clásico vestido de señora mallorquina. Incluso en la ópera de Viena, mientras las mujeres de alta burguesía, de la corte, artistas y otras clases altas vestían con atuendos a la moda, Catalina (se supone que por indicación del propio archiduque) llevaba prendas propias de Mallorca. Naturalmente, resaltaba tal hecho ante el público asistente. Algunos suponen que era una actitud de dominio de Luis Salvador, pues la pobre Catalina parecía como la exhibición de un trofeo o botín de tierras extranjeras.

                La cuestión es que, en uno de estos viajes, la relación entre ambos amantes se deterioró. Más bien, por un arrebato del señor, no acostumbrado a que ninguno de sus súbditos se tomara libertades. Se cuenta que Catalina intimó con el capitán del yate. Un posible recelo del noble acabó con la expulsión de la nave de la humilde mayorala, enviándola otra vez a s’Estaca. Catalina, tendría entonces unos treinta o treinta y un años. Ya no vino más su amante a la Isla a verla, ni tampoco respondió las dulces cartas de su súbdita.

                Una enfermedad, que algunos señalan como venérea, contraída en este caso por relaciones con el archiduque, causaría la muerte de la mayorala después de cinco años. Otros indican que la enfermedad podría ser por otra causa; de hecho, existen parece ser dos certificados médicos.

                El pueblo de Valldemossa, a pesar de la buena intención que Catalina Homar había tenido con sus coterráneos, en aquellos cinco años, que transcurrieron sin el archiduque presente, la apartó de la comunidad y construyó un discurso de animadversión hacia ella. Incluso al morir, su propia familia no quiso que fuera enterrada con sus parientes. Su propio hermano (1) prohibió que se hablara de Catalina en el entorno familiar.

                Sus resobrinas (1) han declarado que su padre aún evitaba hablar de la tía Catalina, siendo este hecho un claro ejemplo de que la pobre “payesita” había sido despreciada. Un desprecio por haber conseguido la gracia de un gran señor. Un desprecio, tal vez, por los regalos áureos, presentes, detalles y dádivas recibidos por el ricachón de “s’Estaca”. Un desprecio por aquellos camafeos y aretes, brazaletes, cañitas y esclavas. Un desprecio por aquellas gargantillas y sortijas, por aquellas gemas, por aquellos colores titilantes que significaban el amor que el señor depositaba en la “payesita”. Un amor imposible. Un amor tal vez con un interés subyacente entre ambos. Pero resulta difícil juzgar a un pobre cuando intenta salir de la miseria, una vez que ha visto la riqueza y caprichos excesivos de otros.

Las actividades del Centro Intercultural Hipatia son apoyadas por la Fundación Guillem Cifre de Colonya Caixa Pollença

               

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