"BUSCANDO EN CANTABRIA"
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"BUSCANDO EN CANTABRIA"

"... le prometió que se haría justicia y que eso no iba a acabar así."

Juana Ma. Fdez. Llobera | 15 ago 2025


Buscando en Cantabria

Lucía e Iván se conocieron en un albergue en Cantabria. Los dos estaban recorriendo el norte de España con sus mochilas a cuestas. Iván iba ataviado con pantalones cortos de color beige que, mediante una cremallera, podías convertir en largos y una camiseta azul claro desteñido de tanto uso. Ella vestía un corto vestido de cientos de flores con fondo negro, que resaltaba su esbelto cuerpo y dejaba ver sus largas y musculosas piernas. 

Como hacía mucho calor, la primera noche del día que se conocieron, salieron al porche para seguir tomando limonada con mucho hielo, a la que habían echado un poco de ron, que fue, sin duda alguna, lo que hizo que las lenguas se desataran y comenzaran a charlar mucho más que durante la cena. Fue entonces, cuando Lucía se sinceró con Iván y le contó que había iniciado ese viaje con la esperanza de encontrar a su hermana menor, Sonia, que había desaparecido hacía dos años haciendo ese mismo viaje. Iván se mostró muy receptivo y la escuchó con detenimiento, interesándose en cada detalle que le desvelaba Lucía. Llegó un momento en que, sentados en el columpio de dos plazas, él la abrazó y ella dejó reposar su cabeza en el pecho del joven.

Según lo narrado por Lucía, Sonia había quedado con un tal Manuel en verse en Santoña, pues él era de Laredo pero vivía con su hermano allí. Su hermana le había escrito y le había dicho en el mensaje, que desde Santoña irían por la costa hasta llegar a Santander. Ese fue el último mensaje que recibió en el móvil de su hermana, pero sabía que querían seguir el viaje por todo el norte de España porque así lo contaba en el diario que encontró en el armario de su habitación, en un pequeño piso que había heredado de su abuela común, Aurelia. A Lucía, su abuela le había dejado una pequeña casa cercana al mar. Por mucho que la policía buscó, nunca lograron saber quién era realmente Manuel y nunca hallaron ninguna pista que pudiera conducirles hasta él. Iván le dijo, esa noche, que él la acompañaría en ese viaje y que la ayudaría a encontrar a su hermana. Y así fue como fueron desde Castro-Urdiales a Laredo, donde preguntaron insistentemente a muchas personas enseñando una foto de Sonia. Patearon Santoña haciendo lo mismo, pero sin ningún resultado en ambas poblaciones.

Sin embargo, preguntando en Noja, una chica, cuando Lucía se fue a su habitación en el hostal, tocó a su puerta y le dijo que tenía información sobre Sonia. Entonces Lucía la hizo entrar en la habitación y ambas se sentaron en la cama para conversar. Allí Valeria le dijo que Sonia había llegado a esa población junto a una chica llamada Emma y con dos chicos, uno que se llamaba Manuel y otro que se llamaba Gonzalo. Destacaba la belleza de ambas chicas, remarcó.  Entonces le admitió que Iván se parecía mucho a Gonzalo, razón por la cual se había acordado de ellos al preguntar ella. Entonces Valeria prosiguió, explicando a Lucía lo que ella había visto. Emma, la otra chica, estaba visiblemente incómoda. Parecía como si la obligaran a estar allí. Sonia estaba muy callada, lo cual tampoco le pareció normal a Valeria. 

—¿Viste que las tratarán mal? —preguntó Lucía a Valeria mientras con un pañuelo de papel se secaba las lágrimas que habían acudido a sus ojos.

—El trato era muy seco, para nada normal, por eso me fijé. De hecho, se lo comenté a Pedro, mi marido, al llegar a casa. 

—¿Cuántos días permanecieron?

—Estuvieron tres días, pero al segundo día, Emma ya no estaba. Ellos dijeron que se había ido a su casa, pero yo no les creí, la verdad. 

—¿Sabes dónde iban a ir después?

—Oí, cuando les serví las bebidas en el bar, que iban a ir a Santander, pero no sé más. ¿Hace mucho que conoces a Iván?

—Hace unos días.

—Pues ves con cuidado, porque me recuerda mucho a Gonzalo, pero en rubio. 

—Te haré caso. 

A la mañana siguiente, Lucía convenció a Iván de ir a Santander, así que cogieron sus mochilas para subir a un autobús que los conduciría hasta allí. 

Una vez en la capital de la Comunidad Autónoma, al tercer día de su estancia allí, Iván desapareció por la noche. Lucía le llamó al móvil en repetidas ocasiones, pero solo salía el buzón de voz. Le dejó varios mensajes para que la llamara, pero ninguno llegó a su móvil por parte de él. 

Desesperada ante la desaparición de Iván, recorrió calles y lugares en los que había estado con él, así como otros lugares cercanos, pero no hubo ninguna pista sobre su posible paradero. Acudió entonces a la policía, con una foto que se habían hecho juntos cuando se conocieron, pero como no tenía datos de él, no le prometieron nada.

Agotada de dar vueltas por la ciudad, después de estar dos días pateándola sin descanso, se fue al hostal para poder dormir. Eran las doce y media de la noche cuando oyó que llamaban a su puerta con los nudillos. Lucía se levantó presurosa de la cama para ver quién era, pensando que seguramente sería Iván. Para su sorpresa, era su hermana Sonia, demacrada, con ojeras oscuras bajo sus hermosos ojos azules, eso sí, pero por fin podía abrazarla y llevarla de vuelta a casa. Una vez allí, ella le contó, con lágrimas en los ojos, que la habían obligado a prostituirse. Entonces, Lucía, abrazando con mucho cariño a su hermana, le prometió que se haría justicia y que eso no iba a acabar así.

                                                           Juana María Fernández Llobera

Las actividades del Centro Intercultural Hipatia son apoyadas por la Fundación Guillem Cifre de Colonya Caixa Pollença

 

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