CARTEL SUBVERSIVO
(Relato de Las calles que vendrán, Rosa Campos Gómez)
Paseaba por la calle Encarnada, una de sus preferidas porque los diversos establecimientos que se abrían a lo largo de sus aceras le aportaban un sugerente dinamismo. Se iba acercando al escaparate de la librería, para darse uno de sus más prometedores placeres, cuando miró de soslayo un pequeño cartel pegado al cristal de la puerta de entrada, como creyó no haber leído bien decidió acercarse para leerlo con más precisión, y sí, `LIQUIDACIÓN POR CIERRE´ decía, palabras que le hicieron sentir un sobresalto en el pecho.
Era su librería de siempre, la que desde pequeña la abasteció de lecturas, aportándole infinidad de conocimientos, de paisajes, de sueños, de amores… Entró mohína. Solo había un hombre delante —el gerente de la sucursal bancaria que adquiriría el local—, que le cedió el turno.
—¿Por qué se cierra? —preguntó directa.
—Porque apenas sacamos para pagar gastos, y no solo de cubrir gastos vive el hombre —le respondió el librero.
Ante aquella respuesta empírica, Esperanza guardó unos instantes de silencio.
—Las librerías van perteneciendo al pasado, joven, lo digital es lo que ahora impera —aseguró el gerente.
—¡No… Las librerías son centrales de Luz en activo! —le espetó ella de súbito— Y lo que alumbra pertenece al presente continuo.
—Gracias, Esperanza —dijo el librero, conmovido por esa contundente afirmación.
El gerente, procurando ser más persuasivo, añadió:
—Desgraciadamente, y aunque no te guste, las librerías van perteneciendo a un tiempo pretérito. Los bancos pertenecen al futuro; inevitablemente los necesitamos a diestro y…—precavido, no concluyó la frase.
—Muchas luces deberá tener un pueblo para no necesitarlas —dijo el librero, dubitativo y algo áspero por el vaticinio escuchado.
—Los avances tecnológicos, amigo mío, que marcan las pautas —apostilló el comprador.
—¿Me permite una propuesta? —solicitó Esperanza al librero, este asintió— ¿Qué le parece si antes de vender prueba durante unos días con un cartel que anuncie esto…? —y escribió en un folio el lema que se le estaba ocurriendo para animar al dueño y a clientes lectores.
El gerente —que también leyó aquel extraño reclamo—, mientras sacaba el borrador del contrato y lo posaba sobre el mostrador para que lo leyera, camuflando su miedo a perder el negocio, comentó con sorna:
—Memo chiste, ¿no? De llanto más que de risa.
El librero, que leyó el lema y escuchó la crítica, se dirigió a la puerta con gesto subversivo, quitó el cartel que había y pegó el folio con las palabras de Esperanza, mientras enlazaba una frase que inició como comentario, mirando al gerente, y terminó con la lectura del nuevo cartel de la puerta de entrada:
—Excepto si quieres mantenerte a oscuras entra en la librería, porque... "AQUÍ SE HACEN RECARGAS DE LUZ"
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