CONVERSANDO CON LIDIA ROSELLÓ
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CONVERSANDO CON LIDIA ROSELLÓ

"Ladrona de naranjas", su novela

Lidia Roselló | 12 ago 2025


‘Ladrona de naranjas’ de Lidia Roselló

Pasión, cambios, dudas.

Sin duda, emocionante

 

Buena tardes, Lidia.

Nos hemos reunido para poder hablar de tu novela ‘Ladrona de naranjas’, que tengo entendido que es tu primera novela y tengo que decir, que algo que me gusta especialmente, es la naturalidad con la que narras la historia.

J.M.: Antes de adentrarnos en ‘Ladrona de naranjas’, quisiera que nos hablaras de ti, para que nuestros lectores te conozcan. Nos podrías decir dónde naciste, en qué lugar resides, cómo es que te dio por ponerte a escribir, a qué te dedicas actualmente, y todo aquello que creas que pueda interesar para conocerte mejor.

L.R.: Hola Juana María, antes de comenzar quería darte las gracias por acogerme en este espacio. Nací en Águilas, el último rincón murciano antes de llegar a Almería. Un lugar de mar y luz que ha visto nacer a personajes como el actor Francisco Rabal, ese actor que, seguramente, los más jóvenes tendrán que preguntar a ChatGPT quién es. 

Hace unos años me mudé hasta la ciudad de Valencia y ahí comencé una nueva aventura fotográfica: karus Films.  Mi proyecto de fotografía y vídeo que, junto a mi pareja, llevamos ya una década capturando historias reales, naturales y llenas de emoción. Hasta entonces, mi vida profesional había estado ligada al periodismo, así que de algún modo siempre he vivido rodeada de palabras e historias. 

La navidad de 2022 me trajo un regalo inolvidable: un retiro de escritoras para mujeres en Madrid. Y ahí, comenzó todo… Siempre he escrito pero nunca había sentido el impulso de publicar, de compartirlo con el mundo, hasta ese momento. Ladrona de Naranjas nació como una semilla en ese retiro, y desde entonces no ha dejado de crecer. 

J.M.: Vamos a hablar ahora de tu novela ‘Ladrona de naranjas’. En ella, la protagonista, que se llama Estela, tiene un matrimonio estable con Luis y un buen empleo como periodista. A la redacción llega Marco, un pintor, que hace tambalear los cimientos de su vida debido a la atracción que siente por él. ¿Cómo nació la historia?¿Cuándo decidiste que querías plasmarla en una novela?

L.R.: La historia nació de otras historias que me han acompañado y que he escuchado con mucha atención. Debido a mi trabajo, fotógrafa de bodas, trato con muchas parejas, con muchas historias familiares que suelen ocultarse pero que en un día tan importante como es la boda, suelen estar latentes. Y gracias a mi capacidad de observación que he ido desarrollando con el tiempo, intento descifrar, otras veces adivinar o exagerar. 

Así que todo ello, me llevó a crear una historia en la que tocar el tema de la infidelidad desde el punto de vista de una mujer normal. Una en la que cualquier lectora puede verse reflejada. ¿Cuántas veces hemos juzgado sin saber lo que pasaba realmente? En mi caso, muchísimas. Así que es una novela que intenta hacerte pensar, sentir la culpa de Estela hasta que logra ponerte en su piel. ¿Crees que no podría sucederte a ti?

J.M.: La primera vez que se habla de las naranjas en tu novela, si no voy mal, es cuando Luis, tras la boda, le prepara el primer desayuno preparando una naranja pelada con esmero, cortada en gajos perfectos. ¿Tiene que ver ese primer desayuno, en el que hay una naranja por medio, con lo que sucede después de que en determinadas circunstancias necesita ingerir una naranja?

L.R.: Sí, hay una relación. La primera naranja, pelada con cuidado por Luis tras la boda, es un gesto de amor cotidiano, de cuidado y de rutina que, en ese momento, Estela recibe como algo dulce y seguro.

Sin embargo, más adelante, la naranja reaparece en momentos de tensión o necesidad emocional. No es casualidad: para Estela, ese sabor esa textura funcionan como un ancla sensorial, un recuerdo físico de un tiempo en el que se sintió protegida. Es nostalgia, pérdida, contradicción y esperanza…

J.M.: María y Violeta son dos compañeras de la redacción de Estela. ¿Puedes contarles brevemente a nuestros lectores algo sobre ellas para que puedan hacerse una idea de cómo es la historia?

L.R.: María y Violeta comparten con Estela mucho más que una redacción: comparten confidencias robadas entre artículos y risas que alivian el peso de las noticias y silencios. 

Maria es aquella amiga que no tiene filtros, que sus palabras pueden incomodar, pero también sostiene. Es la amiga que, incluso cuando contradice a Estela, lo hace desde un lugar honesto.

Violeta, en cambio, es bruma suave y una mirada más abierta al mundo. Tiene su propia historia, Violeta encarna una libertad poco ruidosa pero profundamente valiente: la de decidir por sí misma cuando y cómo ser madre. 

Juntas, son brújulas que acompañan a Estela en su viaje: una, marcando el norte y la otra enseñándole que a veces es válido seguir el viento.

J.M.: Estela tiene una mejor amiga llamada Sara. Con ella hace un interesante viaje a Marrakech. ¿Puedes contarnos cómo nació la idea de ese viaje y no de otro a otro país? ¿Puedes decir algo sobre Sara para que quien lea esta entrevista pueda conocerla un poco?

L.R.: Marrakech es un destino muy especial para mí. Desde niña me han fascinado sus colores intensos, el caos armónico de sus calles, el perfume a especias que parece quedarse suspendido en el aire. Tiene algo hispnótico, casi cinematográfico, que la convierte en el lugar perfecto para perderse… o encontrarse. 

Por eso, cuando buscaba un lugar al que Estela debía escapar con Sara, su mujer amiga, no pensé en otra ciudad. Marrakech me ofrecía todo lo que necesitaba para la trama: una vida desbordante y, al mismo tiempo, el silencio inmenso del desierto.

Por otra parte, Sara es esa amiga con la que te puedes reír hasta quedarte sin aliento y, en el segundo siguiente, llorar sin que haga falta dar explicaciones. Acompaña sin invadir. 

El viaje culmina en el desierto, un lugar que, para Estela, es más que un paisaje: es el espejo de su propio vacío interior. Allí, en medio de la manda, sale a flote su ansiedad contenida. No hay muros ni ruido que distraiga, solo arena y silencio que se convierten en un antes y un después en su proceso de reconstrucción. 

J.M.: Ruth es la jefa de Estela. Es una mujer que ronda los cincuenta años, delgada, alta, de pelo corto y voz dulce. ¿Qué nos puedes decir de ella en relación a la función que cumple en la novela?

L.R.: En la novela, Ruth funciona como una figura que observa sin intervenir demasiado, pero cuya presencia marca. Es un recordatorio constante de que el mundo laboral, con sus jerarquías y exigencias, sigue girando aunque la vida personal se tambalee. Para Estela, Ruth es a veces un muro y a veces un espejo: una mujer que ha encontrado su lugar y que, de forma sutil, le muestra que la independencia también puede ser una elección vital.

J.M.: Me gusta la conversación que tiene Estela con su abuela en torno a lo que se siente cuando amas. Ella también ha vivido una pasión como la que vive Estela con Marco. ¿Cómo surgió la idea de que se muestre esa comunicación sincera y profunda con la abuela? Creo que es importante dejar patente que las personas que llegan a la vejez, también han vivido momentos emocionantes en sus vidas. 

L.R.: Esa conversación entre Estela y su abuela nació de una necesidad muy personal: quería destacar la figura de la abuela, que para mí es  importante. Las abuelas, al menos en mi experiencia, son guardianas de historias, de gestos y de una forma de amar que deja huella. Me parecía esencial que en la novela hubiera un momento en el que esa voz experimentada pudiera dialogar de tú a tú con Estela. Yo lo llamo el capítulo sanador.

También quería romper con la idea de que, al llegar a la vejez, las emociones intensas desaparecen. Las personas mayores han vivido pasiones, decisiones valientes, pérdidas y renacimientos. En la historia, Isabel no solo escucha, sino que se reconoce en ella: también ha sentido una pasión arrolladora, y se atreve a compartirla con la serenidad de quien ya ha hecho las paces con su pasado. 

Quiero Mostrar que el amor, con todas sus contradicciones, se entiende igual a los veinte que a los ochenta. Y que las abuelas, con su memora, sin un tesoro que merece ser contado.

J.M.: Uno de los momentos de tensión en cuando Luis sale de su trabajo temprano y va al pub de Sara donde están tomando una copa los de la redacción. El apretón de manos entre Luis y Marco se le hace eterno a Estela. Luego veremos otros puntos de tensión a lo largo de la misma. ¿Fue uno de los primeros puntos álgidos que se te ocurrió? 

L.R.: Curiosamente, no fue una de las primeras escenas que imaginé, sino una de las últimas que añadí. Cuando releí lo que llevaba escrito, sentí que necesitaba colocar a Estela en una situación que le aceleraba el pulso, que la pusiera contra las cuerdas sin necesidad de grandes discursos. Y así nació ese momento en el pub de Sara, con Luis apareciendo sin avisar y encontrándose frente a frente con Marco. 

Me parecía interesante trabajar la tensión desde algo tan aparentemente inofensivo como un apretón de manos. No hay gritos ni escenas dramáticas, pero sí una electricidad que Estela percibe en cada segundo que ese contacto se prolonga. Y es que, a veces no es una pelea lo que cambia una historia, sino el segundo exacto en el que dos miradas se cruzan y todo se precipita.

J.M.: Seguro que a los lectores les sorprenderá la decisión que toma en un momento dado en relación a ambos, pero no quiero desvelar más porque lo que deseo es que lean toda la novela. ¿Tienes algún proyecto en mente del que nos puedas hablar?

L.R.: Es una decisión que los lectores deberán descubrir por sí mismos. Parte de la fuerza de Ladrona de Naranjas está en no saber hacia dónde se inclinará hasta el último instante.

En cuanto a lo que viene… puedo adelantar en exclusiva que estoy escribiendo una segunda novela. En esta nueva exclusiva, Estela regraba, pero no está sola: la voz de su abuela Isabel se abre paso para contar un pasado lleno de secretos, decisiones inesperadas y un amor que marcó toda una vida. 

Habrá viajes entre épocas, cartas guardadas y verdades que, al salir a la luz… cambiarán la forma en que Estela entiende su propia historia. Y hasta ahí puedo contar… por ahora.

Si en Ladrona de Naranjas Estela aprendió a mirar su presente de otra manera, en esta segunda novela, va a descubrir que, a veces, el pasado es el que tiene la última palabra.

J.M.: Para terminar la entrevista, ¿qué deseas añadir que pienses que es importante que conozcan nuestros lectores?

Me gustaría que los lectores sepan que Ladrona de Naranjas es, ante todo, una historia sobre atreverse a vivir, incluso cuando hacerlo implica perder algo por el camino. Que detrás de Estela, Marco, Luis y todos los personajes hay emociones reales, inspiradas en esas conversaciones, miradas y decisiones que todos hemos tenido alguna vez.

También quiero invitar a quienes la lean a hacerlo sin prisa, dejando que cada escena les envuelva. Porque esa no es solo la historia de Estela: es un reflejo de esas vidas en las que el amor, la culpa, la pasión y la necesidad de empezar de nuevo se mezclan sin manual de instrucciones.

Y quiero aprovechar estas líneas para agradecer a Las Lolas Editorial el apoyo, la confianza y la valentía por apostar por esta historia. Publicar un libro es un viaje, y tener un equipo que cree en ti lo convierte en una travesía mucho más luminosa.

 

                                               Juana María Fernández Llobera

 

Las actividades del Centro Intercultural Hipatia son apoyadas por la Fundación Guillem Cifre de Colonya Caixa Pollença

 

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