‘El jardín que habitas’ de M. Carmen Aznar
Un Poemario que me emocionó profundamente
Buenas tardes, M. Carmen.
Nos reunimos hoy para hablar de tu libro ‘El jardín que habitas’, que elegí porque me gustó la metáfora utilizada y porque me pareció muy bella la portada. Una vez comencé a leerlo, me emocionó profundamente tanto por el contenido de los poemas como por las magníficas ilustraciones que respaldan lo que se está diciendo.
J.M.: Antes de adentrarnos en tu Poemario, me gustaría que nos hablaras de ti, para que nuestros lectores te conozcan. Podrías contarnos dónde naciste, en qué lugar resides ahora, desde cuándo escribes, cuál es el género literario en el que te sientes más cómoda, y todo aquello que creas importante, o interesante, para un primer acercamiento.
M.C.: Nací en mayo de 1979, en Zaragoza y me crié en mi pueblo, Borja, que pertenece a la misma provincia. Allí estuve hasta que empecé a estudiar en la universidad y allí me sigo escapando siempre que puedo. Actualmente vivo en Zaragoza.
Empecé a escribir de muy niña. En segundo de lo que hoy es primaria, con unos 7 años, la maestra nos animó a escribir poemas sobre el otoño y a crear un cuadernito entre toda la clase. Le cogí el gusto a la poesía entonces y, aunque hubo temporadas en las que estuve más alejada de la escritura, nunca la he abandonado. Escribir me hace sentir bien.
Al nacer mi hija mayor volví con más ganas a inventar cuentos y poemas para ella y a dejarlos por escrito. Así, día a día, empecé a dedicarle más tiempo y a tomarme más en serio esto que tanto me gusta.
Creo que la poesía es el género en el que me siento más cómoda. Me gusta mucho la narrativa, disfruto escribiendo cuentos y me apasiona la dramaturgia, que ha sido mi último gran descubrimiento. Pero la poesía tiene ese algo que no se puede explicar que me hace elegirla. O, tal vez, ella me eligió a mí.
J.M.: Según expresas, tu obra es un poemario íntimo y femenino que recorre la vida entera de una mujer a partir de la metáfora del jardín.
En las últimas páginas del Poemario, explicas que la idea del jardín apareció una tarde, ya en tu casa, tras un paseo por el río. ¿Cómo surgió el hecho de recorrer la vida entera de una mujer? Explicas también, al final del Poemario, que recordaste el jardín de tu infancia, el de tus abuelos, que olía a sándalo y a rosas. ¿Fue ese recuerdo entrañable el que hizo despertar la idea del Poemario?
M.C.: Desde hacía tiempo me interesaba recorrer la vida de una mujer, desde antes de nacer hasta su muerte. Lo había intentado de varios modos y no me había funcionado así que había dejado la idea en barbecho, esperando.
En la pandemia, cuando ya pudimos empezar a salir y a viajar, fui a mi pueblo a ver a mis padres y recuerdo que, con mascarillas, fuimos paseando hasta el río. Después de tanta pared, aquel camino medio salvaje en el que la naturaleza había brotado a sus anchas, removió mi mente.
Pensé en lo maravilloso que hubiera sido haber tenido en casa un trocito pequeño de verde, de vegetación, un jardín como el que tenían mis abuelos.
Así se fueron hilvanando las ideas y fue creciendo el jardín que habitas.
J.M.: Ilustra tu libro la magnífica Ilustradora Raquel Catalina. ¿Cómo surgió el que ella hiciera las ilustraciones?
M.C.: La propuesta de Raquel Catalina como ilustradora fue cosa de Inês Castel-Branco, la editora de Akiara, y no pudo hacer una propuesta mejor. El jardín creció mucho con los colores de Raquel. No imagino el libro sin ella.
J.M.: A mí, personalmente, me parece un Poemario bellísimo, muy emotivo. El primer Poema comienza así:
‘El origen de tu origen
fue un abrazo cálido
en invierno’.
Es un Poema en que la fragilidad del bebé es manifiesta y hay un vínculo con el nido muy estrecho. ¿Qué nos puedes decir sobre ello?¿Fue el primer Poema que escribiste o hubo otro que fue el origen aunque luego eligieras que fuera el primero porque es cuando se produce en nacimiento?
M.C.: Lo cierto es que seguí un orden bastante cronológico al escribir el poemario. Anotaba ideas o palabras que me rondaban y que sabía que iba a utilizar más adelante, pero sí, comencé con ese abrazo íntimo que da origen a una nueva vida y con esa criatura, tan recién hecha, que llega dando lugar al incipiente jardín. Me encantó dejar por escrito esa fragilidad que comentas, esa necesidad de cuidado y ese vínculo especial que se crea, en la mayor parte de las ocasiones con la madre, como si de un nido se tratase. Para mí fue como transformar en versos el nacimiento y el nido particular que tejí con mis hijas.
J.M.: En el octavo Poema, nos hablas de cuando brota la maleta en tu jardín, que es cuando lo vas a abandonar. Expones que hay miedos y esperanzas en ese momento. ¿Crees que esa salida al exterior te hace ver, con el tiempo, la importancia del jardín?
MC.: ¡Oh, sí, por supuesto!
Todas las personas pasamos por momentos en los que no nos sentimos a gusto con nosotras mismas, una crisis vital, un bache, un bajón… Ante una situación así, a mí me parece interesante tomar distancia. Y si preparamos una maleta (que, seguro, se llenará de miedos y esperanzas) y emprendemos un viaje, ya sea al exterior o al interior, sin salir de casa, es más fácil reconectar de nuevo con una misma, volver a darte el valor que tú sabes que tienes.
Para mí es importante parar. Y ese poema en el que el jardín se queda mudo, esperando, es esa pausa, necesaria para volver a habitar con gusto nuestra propia piel, o nuestro jardín. Porque así podemos volver con una energía diferente, con un nuevo aprendizaje, con una mirada transformada, aprendida en ese tiempo de viaje, de cambio y reposo. Es, a la vez, movimiento y calma para avanzar.
J.M.: ¿Cuál de los Poemas que componen el libro te fue más difícil escribir y cuál fue la razón?
M.C.: Diría que precisamente esos dos poemas de los que acabamos de hablar, el octavo y el noveno. Este tipo de escritura está muy ligado a las emociones y a las experiencias propias. Al escribir se remueve todo esto y, aunque es liberador, también tiene su punto de incomodidad.
J.M.: Hablas en tu Poemario de que las Mujeres son verdaderas jardineras, porque son las que cuidan de los hermosos jardines habitados, de esos pedacitos de naturaleza cercana, sembrados de vida y poesía. ¿Es uno de los mensajes importantes de tu Poemario?¿Qué nos puedes decir al respecto?
M.C.: Como te decía, la poesía tiene, al menos en mi caso, un componente autobiográfico importante. Sin embargo, conforme iba escribiendo, me iba dando cuenta de que no solo pensaba en mí y no solo me alimentaba de mis propias vivencias. De que estaba recordando la etapa de bebes de mis hijas y su infancia, además de la mía, cuando escribía los primeros poemas. Que al convertir en versos la adolescencia, me venían a la mente mis amigas, especialmente Laura, en nuestra época de instituto.Que la retama amarilla llena de citas se parecía mucho a las agendas de Ana, Mapy o Patricia, mis amigas adultas. Me di cuenta de que pensaba en mi madre, en mi suegra, en mi abuela, en mi vecina… Así que lo que estaba escribiendo no era solo mío sino que tenía un carácter mucho más global. Femenino y global. Por eso digo que todas las mujeres somos jardineras del jardín que habitamos.
Tengo que decir que he recibido mucho feed-back con esto. He tenido la suerte de corroborarlo porque han sido muchas las mujeres que se han puesto en contacto conmigo para decirme que se habían sentido identificadas, cada una a su manera, con este jardín de versos. Cuando esto sucede, es un regalo.
Por otro lado hay un verbo que mencionas y que me parece importante destacar: cuidan.
Qué bonito si tratamos con cuidado nuestro jardín, ¿no? Qué importante tratarnos así a nosotras mismas, con cariño, respeto, mimo… con cuidado.
J.M.: Expones también que mientras nuestros jardines cambian y evolucionan, somos observadas por ese astro cambiante, generoso y femenino, que es la luna. Hablas de que nos acompaña y nos aúna como mujeres. ¿Es por ello, por su importancia, que aparece la luna en las Ilustraciones?
M.C.: Siempre me he sentido atraída por la luna, aunque suene un poco a cliché de poeta. Me gustan su misterio y su carácter cíclico, por eso, la relaciono con lo femenino.
Al escribir el poemario quise alejarme de la primera persona y busqué el modo de escribir desde el “tú”, interpelando a quien cogiera el libro entre sus manos. Para ello necesitaba que alguien que lo observara todo, que siempre hubiera estado allí, contara la historia de esta mujer jardín. No podía haber mejor voz que la de la luna.
Así en el último poema podemos sentir que es la luna la que se descubre ante la muerte de la mujer, que las dos han menguado y crecido juntas, que las dos han pasado por fases llenas y fases oscuras y nuevas.
Esta relación, cíclica y presente, tenía que verse en las ilustraciones y Raquel la supo plasmar muy bien, en los momentos más oportunos. Me encanta, por ejemplo, ver el reflejo de la luna llena en el poema décimo, cuando la mujer, renovada, regresa a su jardín y construye el columpio.
J.M.: Espero que esta entrevista sirva para que tu magnífico Poemario se lea aún más. No voy a desvelar nada más, porque deseo que se lea. Me gustaría, sin embargo, que nos hablaras de tus otras obras, como por ejemplo, ‘Una abuela hecha de versos’, ‘El niño que le faltaba un tornillo’, ‘Siempre quise ser un hada’, ‘La bruja Pampurrias’, ‘Cuando Piluca bailaba’, ‘Don Pimpante’, ‘Peloestrella’, ‘Goteras’, etc.
M.C.: Poco a poco, he ido sumando títulos publicados y debo reconocer que me siento orgullosa de todos ellos. Los miro, los toco y sonrío.
Todos son especiales por algo.
El cuento Cuando Piluca bailaba, fue el primero y con él me introduje, despacito, en este mundo maravilloso de la literatura infantil.
La bruja Pampurrias me ha hecho llegar, en escoba, a muchos rincones no solo de España, sino del mundo. He vivido momentos muy especiales gracias a esta brujita. ¿Sabes que ha habido niñas que se han disfrazado de bruja Pampurrias en Halloween?
Peloestrella es un bonito cuento de hadas con una historia aún más bonita detrás. Habría mucho que contar de Peloestrella.
El niño al que le faltaba un tornillo es una historia que apuesta por la imaginación y la originalidad y que me dio la oportunidad de publicar con una editorial que también acogería mi poesía y mi teatro.
Así, Una abuela hecha de versos fue mi primer poemario publicado. Es tierno, dulce y tiene unas ilustraciones deliciosas. He vivido encuentros muy emocionantes acercando estos poemas al público.
Goteras, mi primera obra de teatro. ¡Qué ilusión! Un grupo muy variado de niños se enfrenta a un problema que es igual para todos. ¿Qué hacer cuando llueve dentro de casa? Es muy divertida.
Los Poelocos los escribí a cuatro manos junto a Patricia Gayán y nos quedó un libro juguetón y gracioso de principio a fin. Fue divertido escribirlo y también lo es contarlo en colegios, librerías y bibliotecas.
Don Pimpante quedó tan bonito este álbum ilustrado. Me encanta este gato que nunca se rinde por más veces que se caiga. Dicen que los gatos tienen siete vidas y que siempre caen de pie pero Don Pimpante no era como los demás gatos. El pobre, nunca caía sobre sus pies.
Siempre quise ser un hada me trajo a casa el Premio Luna de aire, con el que llevaba años soñando. Es un poemario mágico para mí, no solo por las hadas sino por lo que significa y lo precioso que es.
Y, por supuesto, El jardín que habitas, es un libro muy especial. Me emocioné muchísimo cuando leí el e.mail en el que Inês me confirmaba que lo íbamos a publicar en Akiara, en la colección Akipoeta. Son libros únicos, tan bien pensados, con tanto detalle…
J.M.: ¿Tienes algún proyecto entre manos del que nos puedas dar un adelanto?
M.C.: Antes de final de año saldrá una novela para niños y niñas, a partir de 8 años. Tiene un aire divertido y desenfadado, además va a estar totalmente ilustrada y resultará muy atractiva para estas edades en las que ya pueden leer solos y les va apeteciendo meterse con libros un poco más gordos. Estoy deseando que vea la luz y saber cuál es la reacción de los lectores.
J.M.: Para finalizar la entrevista. ¿Qué añadirías que consideres importante y que no haya salido a lo largo de la misma?
M.C.: Lo primero agradecer el interés en mi escritura y en particular en El jardín que habitas. Me siento feliz por permitirme mostrar, desde la ventana de Hipatia, mi trabajo y llegar así a otras mujeres, quizá otras jardineras que también se emocionen con la poesía.
Repetir que este jardín no sería lo que es sin la labor magnífica de la editora y la ilustradora, que es el trabajo conjunto lo que hace que un texto o un conjunto de versos puedan hacer vibrar así.
Que del mismo modo que sucede con este libro, sucede con el resto de mis publicaciones. Para mí es muy bonito ver como unas frases que un día escribí en un cuaderno con un bolígrafo azul, se convierten en libros preciosos y que eso no sería posible sin el resto de profesionales que me acompañan en este camino. Me siento muy agradecida a la labor de los ilustradores, ilustradoras, editores y editoras con las que he trabajado.
Por último, me gustaría invitar a guardar un tiempo para nosotras; por lo que a mí me toca, un tiempo de lectura y contemplación. A disfrutar con calma de la poesía, de los libros y a hacer de ese tiempo un momento de autocuidado, de disfrute y gozo.
Juana María Fernández Llobera
Las actividades del Centro Intercultural Hipatia son apoyadas por la Fundación Guillem Cifre de Colonya Caixa Pollença
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