CONVERSANDO CON MARÍA CRUZ VILAR
HIPATIA Asociación Intercultural

CONVERSANDO CON MARÍA CRUZ VILAR

"Estelas, sueños y buhardillas", su novela

María Cruz Vilar | 7 sep 2025


‘Estelas, Sueños y Buhardillas’ de María Cruz Vilar

Lucha personal en el exilio.

Cuando te rompen el sueño de ser escritor por plagiarte.

Buenas tardes, María Cruz.

Hoy vamos a hablar de tu novela ‘Estelas, Sueños y Buhardillas’. El tiempo de la narración de dicha novela arranca en enero de 1975, un año transcendente en la historia de España porque Franco moriría ese mismo año (20 de noviembre de 1975) y también para la vida de los protagonistas de la historia, ya que viven en Francia exiliados. Cómo podemos leer en la contraportada del libro: ‘Unos personajes que viven en una lucha personal para mantener los recuerdos que les devuelven un tiempo y una patria de la que tuvieron que huir’.

J.M.: Como ya en la primera entrevista que te hice, hablaste de ti y está en este mismo periódico, hoy vamos a ir al grano y te voy a preguntar sobre aspectos diferentes de tu novela. En primer lugar, ¿cómo nació la idea de escribirla? ¿Qué te impulsó a hacerlo?

MC: Buenas tardes, y una vez más muchas gracias por leer mi obra y entrevistarme. 

ESTELAS, SUEÑOS Y BUHARDILLAS es mi primera novela, ya que mi primer libro fue de relatos: Soplar al cierzo.

Esta novela, esta idea de escribir sobre lo que la misma narra está conmigo desde que tuve consciencia de cómo los caminos de la vida se truncan y se enderezan una y otra vez, muchas veces mientras hay eso: vida. Una mañana fría de invierno, camino del trabajo, bajo un cielo azul y limpio aparecieron varias estelas de aviones que se cruzaban y se iban diluyendo a medida que yo avanzaba hacia la estación de metro. Para entonces ya tenía la novela terminada (pero aún me faltaban unos cientos de lecturas de revisiones antes de publicarla sin mucho convencimiento de que se pudiera poner punto final), aquellas estelas me parecieron una metáfora del camino que recorre una vida. Esas estelas eran la representación sobre mi cabeza de la vida de mis personajes, tan soñadores a pesar de los palos del camino y las estrecheces de las buhardillas. Ahí, esa fría y despejada mañana de sábado de invierno me quedó claro el título. 

Y me impulsó a escribirla el compromiso hacia mí misma, en recuerdo y homenaje a esos tres personajes para mí tan importantes: Germán, Aurelia y Enriqueta.    

J.M.: Yo siempre me fijo en las dedicatorias, porque las personas que aparecen son muy importantes para la Persona que ya escrito el libro. En tu caso, lo dedicas a: ‘A Germán, Aurelia y Enriqueta. In memoriam’. ¿Qué puedes decirnos de ellos? ¿Son personajes reales que son trasladados a tu novela?

MC: La pena es que ninguno de los tres la haya podido leer. Seguro que los tres estarían contentos de mi intento por narrar “algo” de sus vidas, y que los tres me hubieran aplaudido el coraje de intentarlo, pero, además, Germán me hubiera corregido cómo solo él podía hacerlo, y la novela hubiera resultado mejor. Tengo que confesar que mientras la escribía tuve la sensación de tener detrás de mí a German enmendándome la plana. Querido Germán, te aseguro que he intentado hacerlo lo mejor posible, pero…

Enriqueta era mi querida abuela paterna, mi principal contadora de cuentos, mi teatrera abuela; una gran luchadora a pesar de ser tan pequeñita, tan humilde y, tan rica de bondad, tan inteligente, tan inolvidable que todos los nietos las seguimos añorando y recordando con mucho cariño. Su vida merecería ser contada en una novela y ella como única protagonista. 

Aurelia era hermana de Enriqueta, y Germán el gran amor de Aurelia, tal y como cuento en la narración. Creo que los tres personajes se ajustan bastante en su carácter a las personas que fueron, aunque de quien tengo certeza es de mi abuela, ya que conviví con ella. La construcción de Germán y Aurelia es a partir de lo que me contaron quienes sí los conocieron y trataron lo suficiente como para dejarles gratamente marcados para siempre, por ejemplo todos los eran niños antes y durante la Guerra Civil. 

J.M.: Comienza la novela con un pequeño fragmento, cuyo título es el que sigue: ‘Invierno 1975’. Después comienza la narración, cuyo inicio es:

‘La nieve cubre la ciudad y el silencio unifica la madrugada. Nieva sobre los tejados sin humo que, fantasmales, se extienden hacia el horizonte salpicado de las agujas de torres de iglesias’.

Ya has determinado en qué tiempo transcurre la historia y nos estás adentrando en lo que se ve desde las buhardillas francesas donde transcurre gran parte de la novela. ¿Son esos lugares los que realmente fueron refugio de los personajes reales?

MC: La novela, al final resultó ser una novela coral, y aparecen varios personajes importantes hechos a propósito para hacer creíble un entorno, un círculo verosímil para las vidas de los personajes principales: Germán y Aurelia. Respecto a Enriqueta, al convivir con ella, sé bien el entorno en el que vivió, y cómo era. Respecto a Germán y Aurelia, es producto de la ficción a partir de pegar oreja a comentarios entre mayores, a los que siempre he sido aficionada, unido a que Enriqueta era muy dada a teatralizar hasta la afición de los franceses por el apio. Fue muy bonito imaginar a los personajes viviendo en esas buhardillas suspendidas sobre los tejados y con el horizonte del bosque y el río para poder soñar con un futuro mejor y seguir viviendo.   

J.M.: El primer personaje con el que nos encontramos es con Germán, que es el marido de Aurelia. Estableces con una sola frase que son republicanos, cuando expresas: ‘Encima de la puerta, rozando las vigas, hay una bandera enmarcada de la España Republicana’. ¿Puedes contar a nuestros lectores cómo fue la decisión de abandonar España y huir hasta alcanzar un lugar seguro en Francia?

MC: Germán era un republicano convencido, un rojo comunista, un soñador que apostaba por la educación para cambiar los cimientos de la sociedad, un hombre que fue uno de los fundadores del  Hogar Recreativo y Cultural del barrio de Prosperidad, donde una pandilla de utópicos altruistas convencidos en la importancia de compartir y ayudar a los “otros”, enseñaban, además de a leer y a escribir: matemáticas, geografía,  taquigrafía, francés, declamación, corte y confección… a todo aquel  que quisiera aprender, y de forma gratuita; además de tener un cuerpo de actrices y actores que los sábados y domingos representaban en el local de la asociación obras de Galdós, de los Quintero, el Tenorio de Zorrilla… Germán Lacort, junto a David San José, María Carrascosa y Pedro Menéndez Pieri, formaron una asociación por puro amor a la cultura y al teatro. 

Germán era muy inteligente, un estupendo profesor en la asociación del Hogar Recreativo, y un buen escritor de ensayos sobre la importancia de la enseñanza, además de buen poeta, enamorado de la luna, del escenario y de Aurelia. Germán tuvo que irse corriendo de España antes de que lo cazaran por “rojo” y volvió de visita cuando pudo hacerlo con aquella Amnistía de 1977. Germán fue un excepcional ser humano, un soñador al que no llegaron a publicar, pero sí a robarle la obra de toda una vida. Alguien que marcó mi infancia a través de cartas con correcciones literarias (que se empeñaba en hacerme) y sellos preciosos de colores.     

J.M.: Nos cuentas que la pasión de Germán es escribir: ‘Su pasión es escribir y nunca le han faltado temas, ni en los peores momentos, al revés, cuando las cosas se han torcido es mayor la necesidad de evadirse entre palabras sin miedo a ser criticado. En el papel en blanco siempre intuye un paisaje que puede pintar como quiera. Valora la ventaja de no ser profesional; es libre para dejarse llevar por las historias que siempre están ahí, las buscas o te buscan; unas propias y otras ajenas hasta que las palabras las rescatan y las hacen tuyas para siempre. Historias del alma, si es que existe’. ¿La necesidad de Germán por escribir es parecida a la tuya de querer exponer lo que sucedió?

MC: Fui la niña enferma que se carteaba con un tío abuelo que vivía en Francia, empeñado en hacerme los reposos más llevaderos. Me enviaba poemas y me recomendaba lecturas, y yo le daba mucha importancia a eso de recibir una carta a mi nombre y a contestar al remitente. Era una forma de pasar el tiempo de cama, cartas y consejos que fueron calando en mi afición por la lectura y por la escritura. A partir de aquel recuerdo, de aquella etapa de “estar al rinchi” voy construyendo su personaje de ficción y el mío propio. La novela tiene mucho de real, pero todo está ficcionado, no es biográfica ni mucho menos. La biografía de Germán daría para mucho, pero no es lo mío eso de escribir al dedillo de la realidad, prefiero una historia y la libertad de inventarme otras, aunque es evidente que en la novela quiero hablar del plagio, del robo que sufrió Germán y del que nunca se recuperó. Me parece tan injusto que te pase eso que he querido dejarlo por escrito sirviéndome de la novela. Hay mucho plagio, y no acabo de ver la gracia de hacer eso. Lo siento, pero todo aquel que plagia o copia no es “buen escritor”.   

J.M.: El segundo capítulo de la novela, lleva el título: ‘Aurelia y Colette’. Comienza así:

‘Huele a sopa. <<¡La soupe, la soupe!>>, dice Aurelia recordando la primera vez que pronunció esta palabra y la repitió hasta la saciedad como una letanía’.

Un poco más abajo, nos expresas: ‘A <<la soupe>> le ha conferido el rango de ser la primera palabra aprendida y la más pronunciada, cuando tras pasar la frontera entre hielos de marzo, se encontró cercada entre alambres, como un animal peligroso, con los cachorros que defender. El cielo por techo y la tierra por colchón. Su obsesión: conseguir las raciones de sopa para la niña y para ella, que no podía perder la leche. La ración era tan vital como el calor que les daba abrazándolos contra su cuerpo’.

Ya hemos dicho que Aurelia es la esposa de Germán. Ellos tienen dos hijos, que es de los que habla en el fragmento último que he expuesto. ¿Qué destacarías de Aurelia?

MC: Su fortaleza para dejar a su familia y con dos hijos tan pequeños correr a cruzar la frontera y poder reencontrarse con el amor de su vida. Su defensa de unos ideales por los que tanto cambiaron sus vidas. Cruzar la frontera con dos criaturas, dormir sobre la arena de la playa y ser una burra de carga para los franceses, por lo menos hasta pasada la Segunda Guerra Mundial. Aquello tuvo que ser muy duro, muy desgarrador, pero no tuvo otra opción, al menos sobrevivieron, aunque ella se quedó, para siempre, tocada del pecho. Otro personaje que bien merecía un papel de protagonista.  

J.M.: Os preguntaréis: ¿Y quién es Colette? Es la vecina de Aurelia y Germán. Como expones en tu libro: ‘ Hace veinte años que Colette y Antoine se instalaron en la puerta de enfrente de Aurelia y Germán, en el tercer piso de una casa del siglo pasado, en la rueHector Berlioz. Volvían de Hollywood, donde estuvieron dos años persiguiendo los sueños de ella; buscando oportunidades. No hubo suerte. Regresaron a Francia y se instalaron en esa ciudad lluviosa y turística, a pocas horas, en tren, de París. Al menos ahí, Antoine tenía asegurado el trabajo en el taller de reparaciones de electrodomésticos de su hermano, y además, no faltaban academias de baile donde Colette podía dar clases’. 

Ella es bailarina y él, toca por las tardes el acordeón en la Plaza Vieja.

¿Qué nos puedes decir de estos dos personajes para que nuestros lectores los conozcan un poco?

MC: Que no son reales, aunque bien pudieran serlo. Ella una soñadora, una infeliz actriz frustrada que se enamora de un sinvergüenza que la promete el cielo, o que ella cree que la promete el cielo. Y él, un hombre realista, un trabajador acomodado a aquello que la vida le ha ido dando, que la quiere, aunque ya más por rutina que por pasión amorosa. Dos personajes entrañables de los que me sirvo para ver mejor a Aurelia y a Germán. 

J.M.: En el siguiente capítulo, cuyo título es ‘Amigos’, nos cuentas que Germán hace visitas semanales a su amigo M. Lecoq, que están aquejado de ataques de reumas que lo mantienen encerrado en casa. Los dos son republicanos y acudían a las reuniones del Partido y los dos son coleccionistas de sellos. Luego nos hablas de Fermín, al cual se encuentra en la calle y es, por él, que vuelve a las reuniones de Partido. ¿Has puesto este capítulo porque consideras de importancia la camadería y más en el exilio para no dejar atrás los ideales?

MC: La camaradería, la amistad, el trato con los otros es imprescindible y enriquecedor, y más en un exilio político por unos ideales pisoteados por una dictadura. Es imprescindible ese calor de militantes unidos por la utopía de un socialismo por llegar. Después de tantos años acabada la guerra, la gente va encontrando su acomodo en el país que los acogió, pero necesitan seguir sintiendo que están unidos, que la lucha sigue, que el dictador va a caer de un momento a otro y ellos van a volver para proclamar la República perdida. La importancia de la amistad a través de los ideales, o de los sellos. Lo importante es no sentirse solo para seguir viviendo con esperanza. Seguir siendo un luchador hasta el final.   

J.M.: El siguiente capítulo lo destinas a la vecindad. Nos hablas de Pauline, la portera, que controla cualquier movimiento que se produzca dentro del portal por si es necesario ejercer autoridad ante cualquier desconocido, pidiéndole que se identifique con maneras de gendarme. Otra cosa que nos dejas claro, en diferentes momentos, es que está enamorada del joven cartero, Jean. ¿Qué destacarías de este personaje?

MC: Aunque disimule, porque en mis relatos o escritos siempre está presente el lado triste del paso del tiempo, de la soledad, de la muerte… Vaya, que a pesar de eso tengo sentido del humor y me gusta que haya de todo, como en botica, y con el personaje de Pauline le he querido dar un poco de salsa a la novela. Ella es muy diferente a esos españoles, pero, es otra que tal baila y que no deja de soñar con otra vida mejor cuando su suegra… Es un personaje cotidiano y real de una época en que las porterías, tanto en Francia como en España, eran verdaderas aduanas para todo aquel que sube o baje a esta u otra hora. Y el amor siempre es el amor, y mi Pauline está prendada de ese chico que llega por las mañanas en bicicleta.   

J.M.: Ya en el apartado de la ‘Primavera de 1975’ nos hablas de otro personaje, llamado Julián, que es asiduo a las Ferias que se producen en Europa y viaja desde América hasta allí, pasando bastantes meses. Esta vez quiere estar en la Feria de Monedas y Sellos que se produce en París, en la parte vieja de la ciudad. Nos hablas de que deja al cuidado de doña Juanita a su loro ‘Cuco’, al cual no le hace nada de gracia que se vaya. ¿Qué nos puedes contar de su relación con Teresa, de la cual nos hablas en el siguiente capítulo?

MC: Su actante es el del villano, el malo de la película, el ladrón de sueños que es engatusado por la tal Teresa. Es un pringado de la bruja de la historia: Teresa, y como tal pringado la paga, y de qué manera. Y encima deja solo al pobre Cuco, menos mal que está doña Juanita. Me encanta este soltero atractivo y bailón que aduce a Colette con su flechazo palmero.  

J.M.: Y ahora llega el turno de que nos hables de Enriqueta, otro de los personajes a los que dedicas un capítulo. ¿Qué es lo que consideras más importante que tengan que conocer de ella nuestros lectores para una primer acercamiento?

MC: Ya he dicho mucho de ella. Es mi querida abuela, mi cuentista y teatrera abuela, que un buen día cogió la maleta y se fue a ver su familia exiliada en Francia, con más miedo que vergüenza, pero más contenta que unas castañuelas de poder volver a abrazarlos. Mira que insistí para que me llevase con ella en ese viaje, pero no hubo forma, al menos me quedó su testimonio de la aventura vivida. Y me fascinó tanto todo lo que me contó, que creo que fue en ese momento cuando de verdad arrancaron las ganas de escribir esta novela que es muy personal y por tanto muy difícil ya que ha tenido que pasar el juicio censor de la familia. Menos mal que he sido aprobada, aunque he dado mi palabra de todas aquellas cosas que he inventado porque nadie me las contó, sencillamente porque no fueron reales más que en mi imaginación, como el tema del “amante de Aurelia”. 

Enriqueta tuvo una vida muy dura, y en la novela es solo ese personaje amable que se reencuentra con su hermana y hablan de ciertas cosas reales y tristes que pasaron, pero también de cosas buenas, de esos recuerdos que te hacen que te alegres al recordarlos, y más en compañía. 

J.M.: ¿Puedes hablarnos de los hijos de Aurelia y Germán? ¿Qué diferencias nos quieres reflejar en relación a lo que sienten y piensan sus padres?

MC: Dos niños criados en la adversidad del exilio, en dos guerras, pero por unos padres excepcionales que les dieron todo su cariño y sus valores, pero… ya son otra generación educada en otro país y cultura. Y curiosamente, mientras la niña se siente muy francesa, el niño añora la España de la que no puede acordarse porque era un bebé cuando la dejó, pero está muy influido por el amor de sus padres a España, hasta el punto de que si por él fuera volvería a España para quedarse. Basilio es otra víctima de esas que tuvieron que vivir tres guerras, la última: la liberación de Argelia, que le tocó de lleno y le marcó el resto de su vida por las secuelas físicas y psíquicas que sufrió. La niña formó su propia familia, francesa, y no ha vuelto a España.  

J.M.: No voy a desvelar más de la novela porque quiero que al leerla se vea lo que ocurre ante la esperanza de poder volver a España, lo que se siente, lo que se piensa. Me gustaría, sin embargo, que nos hablaras de si tiene algún proyecto entre manos del que nos puedas hablar. 

MC: Querida Juana María, tu eres discreta en tus preguntas, pero yo… cojo carril y me paso y desvelo quizá más de lo que debería, pero creo que esta novela tiene muchas más historias de las que he apuntado y sobre todo tiene un final sorprendente. La historia recorre el año tan trascendental para este País cómo fue 1975, pero… como autora me he dado el gusto de llevarla a un presente cercano y… He querido buscar salida a ese túnel del tiempo que se traga tantos sueños. Por ejemplo, he apuntado la fantasía de hacer una novela, que tendría que ser biográfica, porque el personaje se lo merece y tiene mucho que decir, del abuelo de Germán: Basilio Lacort Larralde, todo un personaje que llegó a ser excomulgado por las autoridades eclesiásticas de Pamplona. Pero atreverse con ese “Nakens navarro” son palabras mayores más propias de un historiador que de un narrador de ficción. 

J.M.: Por último, como siempre hago: me gustaría que llegado este punto final de la entrevista, nos expresaras si hay algo que se ha quedado en el tintero que consideras importante para hablar de ello ahora. 

MC: He contado mucho, y se podría contar mucho más, porque una novela coral da para mucho “cuento”, pero creo que lo mejor es leerla y juzgarla y ojalá pasarlo bien con su lectura. En todo caso puedo decir, que en contra de lo que pueda parecer, no es una novela de rencillas políticas, ni de ajustes de bandos, sino de vida cotidiana de gente normal, de personajes llenos de proyectos y sueños que, como suele pasar en la vida real, no siempre se cumplen, pero ayudan a vivir. Y de plagio literario.

Cuando decidí abordar su escritura hice un taller de cuatro clases de proyecto de novela, y cuando conté en aquella clase de una escuela muy reconocida, en Madrid, de qué iba mi obra, el profesor de turno me la echó abajo, aludiendo que era un error hablar de plagio en una novela, y que ya estaba más que contado todas esas historias con el telón de la Guerra Civil de fondo, y que… Ni caso. Yo a lo mío y ahí está: ESTELAS, SUEÑOS Y BUHARDILLAS. Ojalá que guste a los lectores de la revista. 

Muchas gracias, una vez más, por esta oportunidad de hablar de mi obra. Y un fuerte abrazo a todos los lectores.   

                                                             Juana María Fernández Llobera

Las actividades del Centro Intercultural Hipatia son apoyadas por la Fundación Guillem Cifre de Colonya Caixa Pollença

 

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