CONVERSANDO CON MARÍA CRUZ VILAR RUIZ
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CONVERSANDO CON MARÍA CRUZ VILAR RUIZ

"ADN", una obra de teatro con muchos mensajes

María Cruz Vila Ruiz | 6 ago 2025


ADN 

una obra de Teatro de María Cruz Vilar Ruíz

con muchos mensajes.

Nos reunimos hoy para hablar de tu obra de teatro ‘ADN’, que fue estrada en abril de 2019 en el teatro Lope de Vega de la localidad madrileña de Chinchón, y que tan buena acogida ha tenido desde entonces. La obra ‘ADN’ habla de las distintas formas de afrontar la maternidad por las mujeres, del grado de importancia que representa para unas frente a otras, y de cómo la sociedad dirige en cada momento ese acercamiento a ese sentir del instinto natural para perpetuar la especie. ‘ADN’ también refleja el abuso de poder y el drama de los bebés robados durante la dictadura franquista, con el silencio y a veces complicidad de algunos estamentos religiosos. También deja el mensaje de la necesidad a la que estamos llamados, como sapiens, a no perder la capacidad desarrollada, tras miles de años de evolución, de perdonar. 

J.M.: Como ya te presentaste cuando te hice la entrevista en relación a tu obra ‘Soplar al cierzo’, que nuestros lectores pueden leer cuando gusten, voy a comenzar ya con preguntas en torno a la obra de teatro. Divides la obra en cuatro cuadros , lo cual me llamó la atención desde el primer momento. ¿Divides la obra en cuadros en vez de en actos porque no hay muchos cambios de decorado o cuál es la razón?

MC: Muchas gracias, Juana María, por tu trabajo, por tu detenida lectura de ADN y por la nueva posibilidad de hablar de mi obra.  

Lo primero, reiterar lo dicho en la anterior entrevista respecto al especial y extraordinario recuerdo de ver sobre las tablas algo concebido tan a solas, y a mi aire, como todo lo que escribo. Además, ese teatro Lope de Vega de Chinchón es una verdadera joya, ni grande ni pequeño, pero lo suficientemente acogedor como para que actores y público se sientan muy cerca, y todos participen de esa comunión que es una representación en vivo y en directo. 

En lugar de actos elegí “cuadros” por puro impulso, y sin pararme mucho a pensarlo. Desde el primer momento, cuando empecé a escribir ADN me metí de lleno en esa oficina aséptica de un laboratorio; vi un escenario y una situación que nada tendría que ver con el siguiente escenario y situación; en cada cuadro o parte, la historia tiene que sorprender también desde la escenografía, porque las vidas de sus personajes se ven alteradas por los cambios imprevisibles de la trama argumental, y esos cambios tienen que sorprender, además de a los personajes, a los espectadores, ayudados por un cambio de escenografía; el cuadro primero y tercero mantienen el mismo fondo escénico de ese despacho de laboratorio, frío e impersonal, donde en contraposición a esa frialdad sus personajes están muy vivos y llenos de historias que bullen y cambian sus vidas. Debo decir en honor al trabajo del director de la obra: Jesús Cabello, que consiguió, con pocos medios, una escenografía muy digna y apropiada para la trama (tan compleja) de mi ADN. Escenarios que yo iba viendo mientras escribía y que por suerte el director respetó.   

Isabel: que es la protagonista de la historia (45 años).

Arturo: compañero de trabajo de Isabel con quien mantiene una relación sentimental (50 años).

Andrea: madre adoptiva de Isabel (78 años).

Sor Regina: madre biológica de Isabel. La tuvo a los 16 años. Tiene 61 en el momento de la obra.

Gabriel: padre biológico de Isabel. Tenía 23 años cuando dejó embarazada a Isabel (Sor Regina). Nunca supo que Isabel se quedó embarazada.

Ana: compañera de laboratorio de Isabel, de la que está enamorada (45 años).

¿Puedes explicar a nuestros lectores cómo nació la historia y cómo fuiste creando a los personajes, así la razón de cada uno de ellos?

MC: El proceso creativo, en mi caso, es bastante sencillo: tengo un idea, idea que  ha dado una y mil vueltas por mi cabeza antes de ponerme frente a la hoja en blanco, luego, cuando por fin empiezo a escribirla sólo es cuestión de dejarme llevar, de disfrutar sin irme por la tangente, sin dispersarme del origen de la historia, y siendo flexible con los personajes que van apareciendo, dándoles un sentido, un contenido que justifique que tienen que estar ahí porque tienen algo que decir y, una vez creados, imaginados e incluso vistos en su apariencia física, dejarlos ser, dejarlos hablar desde su punto de vista al margen de una autora intrusa.  

La historia, como todo lo que escribo, es fruto del conocimiento del medio que como persona puedo tener, fruto de todo aquello que me envuelve, de todo aquello en lo que habito y me habita.  De la observación de los otros, de la sociedad en la que me muevo y de la que soy parte, y por tanto de la que me nutro y de la que a veces me gustaría huir por no estar de acuerdo con tantas y tantas cosas. Quizá sea por eso por lo que escribo, que huyo de un presente real y busco otras salidas en la ficción. Una escritora, del género que sea, bebe y se desarrolla de sus propios nutrientes, gracias a lo cual, puede, o no (porque no siempre se consigue) expresar con lenguaje literario lo que pasa por su cabeza. En el caso de ADN lo he querido hacer a través de una obra de teatro.  

Isabel es la protagonista principal de la obra, porque es el eje de toda la trama en torno a la cual van a cambiar, además de su vida, la de los otros personajes. Es un personaje muy importante y difícil de interpretar por la dificultad de estar en escena durante tres cuadros seguidos y requiere tres registros diferentes, ya que aun siendo la misma persona los acontecimientos le cambian la vida para siempre. Fue una suerte que la actriz de la Cultural de Chinchón, que se llama Isabel, interpretase con tanto acierto a mi Isabel; Isabel se entregó desde la primera lectura al personaje, y el director supo dirigir y llevar muy bien esos cambios de registro tan difíciles de hacer dentro de la misma obra. Tuvo que memorizar mucho y, según me dijo, para ella fue un regalo (anda que para mí…). Lo bordó y se ajustó a esa joven de 45 años, inteligente, preparada, buena persona y muy querida, a quien la vida le da un vuelco a partir de un análisis de su ADN.  

Arturo es un personaje menor, pero imprescindible para el equilibrio emocional de Isabel. Es muy importante su apoyo para ayudarla en esos momentos en que la vida le pone a prueba. Arturo representa esa forma de amor generoso, de ese amor que huye de complicaciones, que se adapta a las necesidades del otro como algo natural en su forma de ser.  

Andrea es un papelón que tuve la suerte que representara Ana, otra actriz excelente de la Cultural de Chinchón, a la que todavía veo temblar en el escenario (por miedo escénico) frente a su hija,  gracias a lo cual supo sacar una tensión, un  dolor desgarrado de madre frustrada, de mujer de otra época a la que su hija va cambiando hasta hacerla ver que el engaño, la mentira y la ignorancia de los hechos nunca son la mejor opción, que la verdad, aunque duela, siempre es mejor que vivir sobre la inestabilidad de un montaje fraudulento. Andrea representa una mujer de otro tiempo, con otros valores que defiende con vehemencia y con un fuerte instinto maternal, instinto, que en general, llevamos de fábrica las mujeres, a veces muy sobrevalorado y potenciado por determinadas sociedades.  

Sor Regina también tuve la suerte de que lo interpretase otra excelente actriz de la Cultural de Chinchón, un personaje muy bien entendido y llevado a escena. Es un personaje de una mujer a la que le marcan el camino a seguir, a quien los hechos de aquella noche le marcan la vida para siempre.  Muy difícil de interpretar porque todo el cuarto cuadro está en escena y de rodillas en un reclinatorio (así lo consideró el director) y toda su interpretación es la de una mujer contendida y tragándose el dolor y la culpa de tantos años, a pesar de ser la principal víctima. Una mujer, casi una niña, a quien se le limitó su libertad de crecer y se le marcó el camino a seguir; encima engañada por la justificación de una muerte que no fue tal. Regina es un personaje que se refugia en la religión para no sucumbir en la desesperación. Una adolescente a quien se le cortan las alas, y, sin embargo, al final consigue ver la luz y la compensación ante tanto sufrimiento. Y hasta es capaz de perdonar. 

Gabriel es la sorpresa final, personaje con mucha fuerza, fruto de la soberbia y de la altanería de sentirse un hombre con poder dentro de su estatus en la Iglesia. Es un hombre que siente y cree en lo que hace, pero… ha corrido un tupido velo de aquello que paso fruto (según él) del alcohol, o incluso que ha querido olvidar, aunque asegure que siempre ha tenido sobre él la cruz de la culpa. Este personaje necesita mucha fuerza de presencia, mucha prepotencia en el escenario y una seguridad que tiene que ir derritiéndose como la cera ante el relato de lo que pasó contado por Sor Regina. 

Ana es una mujer independiente, actual, una luchadora que se va abriendo camino buscando su sitio, su equilibrio emocional que muestra con una postura de seguridad y aceptación de sí misma frente al mundo; es luchadora, también en el amor, al margen de los estándares blanco/negro. Ana está enamorada de su compañera Isabel y se sabe no correspondida, pero su amor es sincero y por tanto le ofrece su amistad incondicional y su apoyo, y en todo momento su ayuda para que Isabel llegue al final de la historia iniciada con ese análisis de su ADN.     

Alguien que no vio la obra representada, pero si la leyó, me dijo que era excesiva porque había metido muchos temas importantes, actuales y sangrantes en una misma obra, y es cierto. El tema de los bebés robados durante el franquismo lo estudie y me documenté, y es algo que me sigue poniendo los pelos de punta, como me pone los pelos de punta la dificultad que siguen teniendo las mujeres para disponer de su cuerpo para ser o no madres, y de su decisión de ir por dónde les dé la gana sin tener que pasar miedo, siempre acechadas por el “lobo” que te puede comer; a una mujer sola le puede pasar de todo por el solo hecho de ser mujer y estar sola en cualquier sitio. La actualidad sigue estando marcada por las agresiones sexuales hacía las mujeres, la diferencia es que ahora nos solemos enterar, pero antes, todo se quedaba en casa y la mayoría de las veces culpando a la propia víctima (aunque esto sigue pasando). En el caso de ADN, la Iglesia española de la dictadura franquista tapaba y colaborada para silenciar muchos casos de abuso, e incluso se ha comerciado con esos hijos arrebatados a mujeres de pocos recursos en virtud de la compasión y la caridad cristiana. Lleva razón la lectora que me dijo que eran demasiadas cosas importantes en una sola obra de teatro, pero… el trabajo y resultado es que esas “demasiadas cosas” están engarzarlas para denunciar y poner sobre las tablas hechos cotidianos que nos rodean, para hacerlos creíbles y verlos en el espejo porque son reales, aunque mi obra los haya ficcionado.  

En ADN salen a la palestra cosas nada buenas, pero… tal y como dijo un espectador de Chinchón: es una obra dura en la que aparece la luz del perdón ante la comprensión del otro. Un perdón de unos a otros, para que cada uno en su mundo, una vez asumida las razones del otro, y asumida la culpa, sigan viviendo. 

En ADN he querido hablar de distintas formas de amor, porque cada personaje habla y siente el amor de una forma diferente, y es lo que he querido poner en escena, eso y el que cualquier cosa, cualquier hecho ocurrido siempre tiene muchos puntos de vista, muchas circunstancias que justifican comportamientos a veces muy duros e incomprensibles, pero… es el ser humano, aunque siempre termine habiendo víctimas porque primero hay culpables.    

J.M.: En el primer cuadro hallamos como escenario un despacho de oficina de un laboratorio. Hay dos mesas y en cada una un ordenador y un teléfono. Cuando se suben las luces (o sube el telón), aparece el despacho minimalista. En él se encuentra Isabel, con bata blanca, que está escribiendo en el ordenador. Luego entra Ana, también con bata blanca. Ana se acerca a Isabel por detrás y parece que va a tocarle la espalda, pero no lo hace. ¿Decides comenzar la obra con ellas dos para que se vea lo que siente Ana por Isabel y porque se hacen confidencias? Después entra Arturo a recoger a Isabel. ¿Por qué elegiste qué los tres estuvieron trabajando en el mismo laboratorio? ¿Qué destacarías de la conversación de ellas dos y del momento en que él va a recogerla y conversan?

MC: ADN es una obra también de AMOR. Y el amor tiene muchas vertientes y caminos, y era importante presentar desde el principio al trío, amigos y enamorados.  Tampoco quise contar más, ni explicitar más, con esos movimientos Ana muestra todo lo que siente hacia su amiga Isabel desde el primer momento, y a lo largo de la obra muestra su generosidad de amiga al punto de que Isabel se apoyará en ella, tanto o más que en Arturo (su pareja). 

Ana e Isabel son amigas y confidentes hasta el punto de que la familia de Ana no sabe del amor de Ana hacía su pareja: María, o, mejor dicho, su familia no se quiere dar por enterada de la evidencia de esa unión, cuya felicidad y estabilidad Ana comparte con Isabel, quien lo aprueba y celebra. Valoro mucho poner en escena la amistad entre las mujeres, y ese amor que puede surgir en cualquier momento. 

Quise, con la conversación entre Ana e Isabel, dar un cierto y breve repaso de lo que han cambiado las cosas desde el punto de vista de las mujeres sobre las normas establecidas sobre la maternidad impuesta por la sociedad de otra época, a la libertad actual sobre el hecho de parir o no (al margen de las condiciones sociales de la mujer).  

J.M.: En el segundo cuadro, nos encontramos con un cuarto de estar como escenario, de la casa de Andrea e Isabel. Frente a una mesa, con un jarrón con flores, un par de tazas y una tetera, hallamos a Isabel que está sentada, mientras que Andrea, muy nerviosa, va y viene por la habitación frotándose las manos. Isabel tiene buen aspecto, pero está muy seria. Es un cuadro con un momento clave que es cuando Andrea le cuenta su secreto a Isabel. ¿Ese momento fue el primero que te surgió para luego montar todo en torno a ello? 

MC: Querida Juana, mentiría si te dijera otra cosa, pero a los personajes los dejo fluir con personalidad propia y de una manera normal, con reacciones que yo siento como posibles y naturales al enfrentarse con hechos así. De verdad que no me he apoyado en casos conocidos, pero sí me he puesto en la cabeza de esa hija a quien han ocultado semejante secreto, y en la de esa madre que tanto la quiere y que lo aceptó como un regalo del cielo y, obedeciendo a su propio deseo y al de su marido acepta con los ojos cerrados y sin querer saber más “por si acaso”.  Me meto en la maraña íntima de los personajes y tiro millas; a veces me paso… puede, pero es como yo lo veo, o, mejor dicho, como lo siento.  Y también te digo que lo sufro y lo disfruto y, conviven conmigo de forma muy especial, muy íntima, por eso, cuando me sale un final que no es feliz, me da mucha pena, pero… no siempre “fueron felices y comieron perdices.” Es la vida… 

J.M.: En el tercer cuadro, nos encontramos de nuevo con el despacho en el laboratorio. Isabel está frente al ordenador cuando entra su amiga Ana con un ramo de flores en la mano. Ana, antes de darle las flores, le da un beso y luego le dice que son para ella. Aunque María, la novia de Ana, ha aprobado las oposiciones y va a ser profesora de Literatura, estando por ello feliz Ana, ¿las flores que le entrega a Isabel son en realidad por haber sido sincera Isabel y contarle el secreto que guardaba su madre adoptiva?  

MC: Ana es una persona generosa, practica, independiente  y feliz con su joven pareja: María, con quien tiene proyectos de vida en común y a  la que adora, pero… Ana está enamorada de Isabel, a la que quiere y admira y de la que está orgullosa por lo valiente que ha sido enfrentándose al problema, problema que desde el principio Isabel ha compartido con ella, es su mejor confidente, y además de vivir junto a Isabel todo el proceso de la investigación está muy contenta de que Isabel se haya salvado de una grave enfermedad; para Ana, llevar flores a Isabel es algo que siente muy de dentro porque es el amor de su vida, aunque no sea correspondido, y a pesar de eso, Ana se da la oportunidad de ser feliz junto a María. 

Otro papel con mucho para memorizar y que la actriz de la Cultural sacó adelante muy bien. Tuve mucha suerte con todas y todos.  

MC: Este es el punto culminante de la obra, la sorpresa final que como tal tenía que ser impactante, muy impactante, y a la vez que no diera paso a soluciones fáciles. Pasó lo que paso y no hay vuelta a atrás, no se puede cambiar nada, sólo queda hablar, escuchar razones, asumir y pedir perdón; perdonar y aceptar los distintos puntos y situaciones en los que nos pone la vida en un momento determinado. Por eso fue impactante poner un telón de fondo de un convento y dos religiosos que incluso se atreven a hablar de vocación, del maligno y, de aludir a justificaciones de lo que pudo ser y terminó siendo. 

En esta última escena el personaje arrogante de Gabriel tiene que ser como un muro de piedra frente a una mujer frágil, contenida, de apariencia dulce y reclinada de rodillas con un rosario en la mano al que se agarra buscando fuerzas para vaciarse. Sor Regina es lo contrario al arrogante Gabriel, sin embargo, con su discurso le va a ir doblegando hasta conseguir que asuma la culpa y pida perdón. Sor Regina va a volver una y otra vez a aquella noche a base de pensar en voz alta ante los espectadores. En los ensayos, es cierto que el director me proponía acortar estas elucubraciones por repetitivas y por tanto: largas, pero me resistí porque quería dar a esta mujer la oportunidad de hablar ante el agresor lo que había callado durante toda una vida, vida marcada para siempre después de aquella noche de San Roque, en la que se alejó de la hoguera porque tenía sed y buscó la fuente que la terminó quemando para siempre.    

J.M.: ¿Cuál de los personajes te costó más crear y  cuál es la razón de ello? 

MC:  Cada personaje es un mundo propio, lo importante es que te ronde por la cabeza la historia que llevas rumiando y quieres contar, que pienses que es una obra de teatro y que es muy difícil conseguir que te la representen, y que no debe haber muchos personajes, porque luego no hay quien los represente. Que esos personajes tienen que ser de carne y hueso, que tienen que ser creíbles, cotidianos, y sus diálogos no deben ser forzados, sino que fluyan de manera natural. 

Querida Juana María, ADN también la he disfrutado mucho al escribirla, pero sufrir, también he sufrido mucho asistiendo a todas las representaciones que se hicieron en Chinchón, por miedo a que los intérpretes se pusieran nerviosos o se olvidaran de los diálogos. Por suerte esto no pasó nunca, pero hasta el último día, aquel precioso domingo de abril en que se representó por última vez, lo pasé muy mal, a pesar de que después de cada función salía con toda la compañía a saludar al público y sentir el calor impagable de los aplausos. Y después de cada función siempre hubo varias personas desconocidas que se me acercaron para agradecerme las historias contadas. Hubo una señora que se me acercó para agradecerme la obra y me contó que había ido al teatro con un grupo de amigos, y que una de las amigas asistentes se había tenido que ir corriendo al coche a llorar, porque la obra hablaba también de su caso, de su vida. Fue muy emocionante para mí, muy bonito, además de muy reconfortante como autora. 

J.M.: ¿Tienes previsto escribir otra obra de teatro? 

MC: Tengo escritas tres obras más, una es infantil.

Editadas sólo tengo ADN y Recordar (en Amazon, y a través de mi blog www.soplaralcierzo.com). Ahí están, esperando el sueño de volver a ver que se abra el telón.

Escribiré más teatro porque me encanta, y me encanta porque me parece dificilísimo eso de subir a un escenario y de memoria dar vida a otras vidas. La LITERATURA, en cualquiera de sus formas es una suerte de arte. Una bendición para quien nos gusta practicarla. 

Muchas gracias, Juana María, por esta entrevista, que una vez más me obliga a reflexionar muy en serio sobre mi propia obra. Es una suerte que me leas con atención y que me preguntes de la forma que lo haces, buscando que profundice en mí desde otro punto de vista al narrador. Me haces sentir autora. ¡GRACIAS!  

J.M.: ¿A dónde te pueden escribir las Compañías de Teatro si quisieran representar la obra?

MC: MI correo electrónico es:

mcvilarruiz@telefonica.net

y mi blog:

www.soplaralcierzo.com 

J.M.:  Para finalizar la entrevista, ¿qué añadirías a la misma que creas que es importante que sepan nuestros lectores?

MC: Las preguntas de la entrevista me parece que responden a una lectura minuciosa de la obra; preguntas que me hacen pensar y ahondar en la obra con la perspectiva del tiempo pasado desde que la escribí, y con la satisfacción de saber que todos esos personajes y sus historias de vida siguen estando muy dentro de mí. Quizá me he vuelto a exceder en las respuestas, me he vuelto a enrollar y destripado la sorpresa final de la obra, pero me ha encanto contestar y te lo agradezco mucho. Tus entrevistas son muy completas y das mucha importancia al sentir de la autora. 

Les diría a los lectores, que ojalá pudieran verla en el teatro (que me encantaría), pero que también se puede disfrutar de ella mediante su lectura como una novela más, aunque no cabe duda de que la magia de la interpretación, de la escenografía y la destreza de presentarse en directo ante el público es un placer inmenso, pero ADN también merece la pena ser leída (o eso cree esta humilde autora). 

Muchas gracias por tu trabajo, empeñada en visibilizar a las escritoras anónimas. Eres un ángel. 

Un fuerte abrazo 

M. Cruz  

                                      Juana Ma. Fernández Llobera

Las actividades del Centro Intercultural Hipatia son apoyadas por la Fundación Guillem Cifre de Colonya Caixa Pollença

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