‘Patio Interior’ de Rosa Campos
Nos reunimos hoy para que nuestros lectores te conozcan más y para que nos hables de tu Poemario ‘Patio interior’. Ha sido un placer leerlo y he aprendido mucho, a lo largo de su lectura, de las distintas percepciones que aparecen en cada uno de los poemas. Recomiendo su lectura porque te hace crecer y mueve emociones internas de una forma intensa y bella.
J.M.: En primer lugar, me gustaría que nos hablaras de ti. Dónde naciste, dónde resides actualmente, la razón de que te decantaras por estudiar Historia del Arte hasta licenciarte, y todo lo que quieras añadir relativo a la escritura o lo que pienses que es importante para que nuestros lectores te conozcan mejor.
R.C.: Nací en Calasparra, donde viví hasta el día en que me casé con mi marido, y vine a vivir a Cieza, donde han nacido nuestros tres hijos. Ambos pueblos están unidos geográficamente por hermosas sierras, compartiendo el Cañón de Almadenes, impresionante cauce por el que discurre el río Segura.
Estudié Historia del Arte porque conjugaba mis dos pasiones, adentrarme en la historia, donde poder beber para ir saciando la sed de aprender de nuestros antepasados, y hacerlo a través de las diferentes disciplinas artísticas me ofrecía unas perspectivas llenas de atractivo. Hacer esos estudios fue algo muy valioso, y con la suerte de tener excelentes profesores. Lo considero un regalo la vida.
Desde pequeña me gustaba escribir y pintar. Siempre doy las gracias a mi formación desde la escuela primaria, donde tuve maestras excepcionales, y en especial una de ellas, que al valorar lo que hacía influyeron en que yo también lo diera por bueno. Ahí, desde pequeña, se inició mi pasión por la escritura, también por la pintura.
He impartido clases de Dibujo y Pintura durante veinticinco años, y mi relación con alumnos y alumnas de diferentes edades me ha aportado mucha riqueza en la mirada hacia lo real de la vida. Al igual que en los talleres relacionados con la literatura y las mujeres, en los que continúo trabajando.
Mis inicios en la escritura van casi parejos a mis inicios en la vida, aunque lo que primero surgió fue mi amor por la lectura. En casa había una “maravillosa biblioteca oral”, desde que me recuerdo, mi madre y mi padre, y a veces también mis abuelas, fueron quienes me narraron los primeros cuentos y canciones con palabras cautivadoras escritas en el aire. Después vino la admiración hacia lo que traían los libros de texto de Lengua y de Historia. Narrar, contar las cosas desde mi percepción era un tesoro que por mucho que se compartiera nunca te quedabas sin él, y ese fondo inagotable perdura.
J.M.: Prologa tu libro Miriam Cano Motos, con un prólogo titulado ‘La luz que inunda el patio’, que a mí me ha resultado muy esclarecedor, aparte de muy bien escrito. ¿Cómo surgió que ella lo hiciera?
R.C.: Míriam Cano Motos, ciezana que reside en Madrid, licenciada en Filología Hispánica, y colaboradora en Editorial Almadenes, es amiga desde hace muchos años y lectora en primera instancia de bastante de lo que escribo. Ella, por su sensibilidad y por su conocimiento del lenguaje y de la cultura, era, de aceptar escribirlo, quien mejor lo haría, y tuve el honor y la suerte de que así fuera, como también sucedió con el prólogo de “Las calles que vendrán”. Sus prólogos son una delicia de guía previa para la lectura del libro, de los dos libros, por lo que siempre le estaré agradecida.
J.M.: La Ilustración de la portada, que me encanta, está realizada por Joaquina Sánchez Dato. Se trata de una mujer tumbada abandonándose al placer de la lectura, en un entorno luminoso pero íntimo a la vez, como lo describe Míriam en el prólogo. ¿Las de dentro también son de ella? ¿Ya la conocías de antes? ¿Cómo nació que ella fuera la encargada de ilustrar la portada?
R.C.: Es obra de la gran pintora Joaquina Sánchez Dato, ciezana cuya trayectoria artística trasciende las fronteras nacionales. Para mí es un lujo que ilustre ‘Patio Interior’. Sí, realmente es una pintura que atrae la mirada, llena de sugerencias hacia el placer de la lectura, indicando con delicadeza que, si nos adentramos en los libros, ampliamos, para mejor, la vida.
La conozco desde hace años porque siempre he asistido a sus exposiciones, aunque más en los últimos años, al formar parte de la Asociación de Artistas de Cieza, creada en 2020, en la que compartimos actos y creció nuestra amistad. Como admiradora de su obra, me hacía ilusión que alguno de sus trabajos ilustrara la portada de este libro, se lo pedí, y tuve el honor de contar con ella y con los óleos y acuarela que ilustran el libro. Siempre estaré agradecida por su generosidad y cercanía.
J.M.: Me ha llamado mucho la atención los cinco bloques en los que divides tu poemario. El primer bloque se titula ‘Mirar de cerca’, que se compone de doce poemas con un título cada uno (Entraña; Destello; Árboles pidiendo bosque…). ¿Hay alguna razón para que haya bloques en los que los poemas tengan títulos y otros que no?
R.C.: Sí, y se debe a que cada bloque tiene poemas que pueden ser independientes entre sí, aunque guarden toda la relación con el título, como el primero, el cuarto y el quinto. En cuanto al segundo y el tercer bloque, ambos están estructurados por poemas extensos que, a su vez, están formados por poemas/capítulos numerados.
J.M.: Comienzas el bloque ‘Mirar de cerca’ con un poema titulado ‘Entrañas’, cuyo primer verso dice así: ‘Lugar que abarca lo esencial y lo protege ‘.¿Comienzas tu poemario y ese bloque con ese poema precisamente porque consideras que allí se encuentra lo más esencial para el ser humano? ¿Crees, como expresas en el poema, que es la ‘Fuente primera’? El último verso del poema expresa ‘sagrario de lo humano’. ¿Estamos, a lo largo de todo el poemario, como se habla en el prólogo, asistiendo a la sacralización de lo humano y a la humanización de lo sagrado?
R.C.: En ‘Mirar de cerca’ hablo de lo que nos rodea en lo cotidiano del vivir, de lo que nos llega a la mirada y al tacto, eso que se nos puede escabullir de la percepción si no estamos al tanto para recibirlo ni para sentirlo, son cosas que hacen la vida hermosa y cálida, también hablo del necesario aprendizaje. Y sí, creo que las entrañas son las grandes receptoras, como fuente primera, de lo que en el fondo sentimos, y nos lo aclaran sin tapujos, no obstante, tenemos que saber escucharlas, dedicar un tiempo a ello, por la libertad de nuestra consciencia. Pienso que lo humano, el humanismo, es lo que nos salva, y entender que ahí está lo sagrado para mí es esencial.
J.M.: En el segundo bloque, cuyo título es ‘La voz inesperada’, los ocho poemas que hay en él no tienen título, salvo el cuarto poema que remite a la ‘Sororidad’, entendiendo, la misma, cómo una amistad extendida. En dicho bloque, evocas el camino de diversos grupos sociales que han hecho un recorrido en pos de la libertad. ¿Cómo nació el hecho de que quisieras hablar de dichos grupos? ¿Piensas que nadie puede ser libre mientras haya seres humanos que estén atados a las cadenas del miedo, la inseguridad, la falta de autoestima, el acceso desigual a la riqueza y a la cultura, la opresión del poder y otros elementos que lo hagan zozobrar?
R.C.: En el caso del poema ‘Sororidad’, el único que va titulado, como bien dices, es porque quería que quedara explícita la importancias de la amistad y la ayuda entre mujeres la que puede permitir el seguir caminando hacia esa igualdad que es tan necesaria para superar esas barreras que desde tiempos inmemoriales nos han trabado tantas sendas por recorrer. ‘La voz inesperada’ es la voz de la conciencia, cuando vigila (si no se la ha domesticado para que duerma aletargada) y apuesta por hacer frente a lo que de verdad merece la pena, y en la que ha tenido máxima relevancia los grupos sociales que han ido desbrozando esas sendas que confluyen en el mismo camino que nos une. Escribir versos sobre estas personas es la manera más cercana y grata que he encontrado para agradecerles su contribución a lo que ahora tenemos y somos, y a mirar con esperanza el futuro, comprendiendo que sin predisposición a la lucha por los derechos no viene nada.
Y todas esas ataduras que nombras, tan claramente argumentadas, si pienso que son el gran impedimento para que seamos libres. La subordinación y el sometimiento al que muchas veces quieren subyugarnos son la gran lacra social, por cuya erradicación tenemos que trabajar. Nos tiene que doler el dolor de los otros, no hay bienestar social si no es compartido, sin exclusiones.
J.M.: En el tercer bloque, que titulas ‘Migran’, que se compone de siete poemas también sin título, se personifica el Mar. El primer poema, de este bloque, comienza de la siguiente forma:
‘Inclinado el mar
ante vuestros egregios seres se muestra,
y hasta arrodillado cuando asoma el día,
con un lamento abotagado y gris ‘.
Se personifica al Mar, que como se dice en el prólogo, no quiere anegar las endebles pateras, y a la luz del Sol, que no quiere abrasar a sus débiles y hacinados ocupantes. Hay algunos versos en los que te pones en el lugar de las familias que quedaron atrás, que sufren y temen por los que partieron. ¿Crees que se debería hablar más de ello, para que la gente entendiera las razones que obligan a esas personas a jugarse la vida viajando en patera?
R.C.: Qué necesario se hace hablar más de todo el sufrimiento que conlleva este tipo de emigración, de las causas que la producen y de la acogida y no acogida que se les ofrece. Hablar de esta realidad es algo urgente. Abrir las fronteras a quienes necesitan amparo, acogida nos hace humanos, cerrarlas nos deshumaniza. La empatía se hace necesaria. Que urgente es darnos cuenta de que hay reacciones y acritudes que hieren y de que el maltrato nos hace indignos.
J.M.: El cuarto bloque lleva por título ‘Raíles’. Seis poemas lo componen. El primer poema se titula ‘La estación de tren de Calasparra ‘. Después de la nostálgica cita de Antonio Machado, que dice así:
‘Luego, el tren, al caminar,
siempre nos hace soñar’.
El poema comienza de la siguiente forma:
‘Amé el hierro desde que lo vi en la fragua
con mis ojos niños. Allí era el yunque
sosteniendo la férrea pieza candente
que se hacía dúctil a voces de martillo.
Qué fácil, luego, amar el tren y sus conjuntos’.
Aquí se muestra a Rosa, de niña, que atraviesa los arrozales cuajados de espejos para llegar a dicha estación, quedándose absorta en el andén contemplando el trajín de personas y mercancías. ¿Qué nos puedes relatar acerca de la época en la que viviste todo lo relativo al mundo de los trenes?
R.C.: Calasparra, donde nací y me crie, es tierra de genuinos arrozales a un lado y otro de la carretera que cruza el río Segura, por la que pasábamos camino de su estación de Ferrocarril, y ese poema describe lo que pervive en mi memoria de aquel recorrido en el que veía los espejos de agua que se forman en los bancales sembrados de este cereal. Todo el viaje hasta allí, unido al movimiento generado en la estación, con la llegada del tren y de viajeros, era dinámicamente hermoso, y creo que me enseñó mucho.
J.M.: El siguiente texto que encontramos en ese bloque, está escrito en prosa. Está dedicado a ‘La estación del tren de Cieza’. Esta vez es Rosa madre quien la mira a través de los ojos de sus hijos aún niños, dejándose contagiar con ellos por el bullir de la estación. ¿Cómo se te ocurrió hacerlo desde distintos planos con personajes distintos? ¿Cuál es la razón de que llevara a los niños a la estación sin que se subieran a ningún tren?
R.C.: Quería transmitir a mis hijos toda la magia que aprecié en mi infancia y en los distintos viajes que he realizado a lo largo de mi vida, y el recorrido por el paisaje urbano de Cieza que nos lleva hasta el paraje donde está ubicada su estación de tren era singularmente propicio para sumarlo al espectáculo ferroviario que nos aguardaba. El salir de casa hacia allí ya suponía una fiesta para ellos cuando eran pequeños. Hay mucha belleza en todo este recorrido por las calles que nos iban acogiendo en nuestro caminar, por la estación y todo lo que la conforma, hasta el sonido de la llegada del tren a lo lejos otorgaba un ambiente fascinante. Todo lo visto y percibido podía hacer siembra en ellos de lo relevante de la comunicación entre pueblos, de las proezas que ingenia el ser humano para facilitarlas.
J.M.: Luego vienen en ese bloque, cuatro poemas más breves, que nos hablan de ‘las Agujas’ que marcan nuestro devenir, de cómo los pueblos pequeños por los que los trenes ya no pasan, se están quedando sin bancos, sin gentes, sin vida, sin empleo, mientras que las ganancias de la banca no paran de crecer. El poema que se titula ‘Agujas’ comienza de la siguiente forma:
‘Es verdad que hay trenes
que no pasan dos veces,
pero los más fieles
por los viejos raíles vuelven a rodar’.
Aparte de todo lo que he explicado con anterioridad, ¿también quieres dar a entender con este poema el hecho de que hay que aprovechar las oportunidades cuando llegan?
R.C.: Sí, y es una apuesta de confianza a los días que nos quedan por vivir, en los que creo que siempre vamos a encontrar oportunidades para abrirnos a nuevos horizontes, sea el momento que sea de nuestro rodar, porque la vida ni es estática ni quiere que lo seamos. El tren me parece un símbolo visible de cambio y de invitación a no dejar de subir al vagón de aquello que nos hace bien.
J.M.: En el quinto bloque que titulas ‘Tierra’, comienzas el mismo con un poema que se titula ‘Invaden las palabras’, que comienza así:
‘Invaden las palabras mi paladar,
sin turno,
aventurándose raudas
por contar el sabor de su secreto’.
Son siete poemas que nos conectan con el barro, con la materia prima que los creadores y los artesanos usan para crear. ¿Por qué elegiste hablar de ello para finalizar tu poemario? ¿Puedes explicar a nuestros lectores, para que lo entiendan mejor, las conexiones entre los diversos bloques?
R.C.: Siento un agradecimiento indeleble hacia la Tierra como planeta que nos contiene, como suelo que nos alimenta y como barro del que emergemos y al que volvemos, es un espacio sagrado, escribir sobre este sentir era una necesidad placentera. Somos materia prima con la naturaleza, parte de ella, y amar a lo que pertenecemos es imprescindible para su cuidado. Además, yo vengo de familia del mundo agrícola y he visto crecer lo que nos alimenta, y eso no tiene precio, aprender de quienes la trabajan es una formación tan afortunada como impagable, porque aprendes a no dejarte anegar por las dificultades, y a trabajar para ver crecer los proyectos que nutren.
J.M.: Acabas tu poemario, precisamente con un poema que se titula ‘Patio interior’, en cuyo segundo verso expresas: ‘columna vertebral de mis estancias’. ¿Es un lugar para la intimidad y el autocuidado, para reflexionar y soñar, pero también para compartirlo con el ser a quien amas reduciendo así la distancia entre ambos?
R.C.: Es tal y como dices. Lo concibo como una metáfora de la intimidad, donde reconocernos desde esa verdad que nos edifica desde lo hondo, y que nunca deja de construirnos. El sitio que alberga la constante forja del ser humano que tenemos soñado, en el que compartir con quien amo, y con capacidad de acoger a ese nosotros más amplio en que la fraternidad y la sororidad también tienen cabida.
J.M.: Eres cofundadora de la revista ‘Cultura de notas’. ¿Puedes explicar a nuestros lectores en qué consiste vuestra labor en dicha revista? ¿Qué temas tratáis?
R.C.: Es una revista cultural que duró algo más de tres años, en la que participamos varios escritores, y que, porque necesitábamos el tiempo para otras actividades, hemos dejado de publicar. De ella ha surgido el libro ‘Paisajes y Lecturas’, que reúne textos de Pedro Diego Gil López y Jesús A. Salmerón Giménez, que da buena cuenta de la calidad que ha tenido esta publicación que ha sido muy valorada por sus lectores. Se trataban temas culturales diversos, como artículos con una visión muy personal y actualizada, paisajes vistos desde una perspectiva narrativa poética y reseñas literarias y de las diferentes disciplinas artísticas.
J.M.: Escribes sobre mujeres creadoras en el periódico ‘Crónicas de Siyâsa’. ¿Puedes nombrarnos cinco creadoras de las que hayas hablado y la razón de su elección?
R.C.: María Blanchard, Concepción Arenal, Clara Campoamor, Josefina Soria, Justa Freire, María Moliner, Helena Cortesina, Celia Escudero, Maruja Mallo… El último ha sido sobre Carmen Martín Gaite. Me he extendido, bueno así quedan reflejadas algunas de diferentes líneas de actividad cultural. Son grandes mujeres, tanto las citadas como las que no nombro, con las que aprendo al investigar en su legado y en su biografía. Me interesa saber de las mujeres que sufrieron silencios en los libros de historia, de literatura, de arte…, cuya labor contribuyó de manera importante a la evolución social. Divulgar sus trabajos y repercusión es revivirlas para aprender de ellas y para devolverles la visibilidad que por justicia merecen.
J.M.: Recibiste el Primer Premio ex aequo III Memorial Camacho de Investigación por ‘Las pinturas del Paseo de Cieza’. ¿Qué significó para ti el premio? ¿Qué otros premios has ganado?
R.C.: Significó mucho porque fue otorgado por instituciones a las que valoro y respeto: la Universidad de Murcia, donde me he formado y sé de su rigor académico, y el Club Atalaya-Ateneo de la Villa de Cieza, un gran referente de la cultura que traspasa las fronteras regionales. Escribir sobre este emblemático Paseo, investigar sobre su historia, iniciada en el siglo XIX, y la transformación que recibió un siglo después, en 1986, con la pintura sobre cerámica que el pintor José Lucas (Cieza, Murcia, 14 de noviembre de 1945- Madrid, 23 de octubre de 2023) realizó para este espacio, una gran y enérgica obra pictórica en exposición permanente al aire libre, entregándonos un enclave lleno de originalidad y belleza, fue para mí una experiencia que permanece bien sedimentada en el recuerdo.
El 2º premio de poesía en el II Certamen de Poesía y Relato Breve, por ‘Soy Mujer’, y el Premio Cuentos de Navidad “Ángeles Palazón”, por ‘Gaspara’, también han sido significativos para mí, porque pueden reforzar que la conexión entre quien escribe y quien lee está ahí, tejida con hilos de proximidad.
J.M.: Anteriormente, habías publicado un libro de relatos en prosa, cuyo título es ‘Las calles que vendrán’. ¿Nos podrías hablar un poco de él?
R.C.: Este libro reúne algunos relatos premiados y seleccionados en revistas culturales, y otros, la mayoría, son inéditos, escritos antes o durante la pandemia, en él se narra ficción con variada temática. ‘Las calles que vendrán’, por publicarse en tiempo de todavía de pandemia, tiene un peso especial que marca un antes y un después en mi actividad en estas lides.
J.M.: Por último, ¿qué añadirías para completar y redondear la entrevista? ¿Qué crees que es importante para que nuestros lectores entiendan y sepan más acerca de ti y de tu obra?
R.C.: Que agradezco enormemente el planteamiento de tus preguntas que han hecho posible esta comunicación, agradecimiento que hago extensivo a ellos, a ellas, que nos han acompañado hasta aquí, en este encuentro en el que también han formado parte; siempre me gusta decir que la vida se da en toda su expresión cuando somos nosotros, nosotras, cuando hacemos comunidad, y la literatura es una forma jugosa de hacer que esto suceda. Me alegrará seguir encontrándonos.
Juana María Fernández Llobera
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