LA CALIDEZ DE UN HOGAR ITALIANO
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LA CALIDEZ DE UN HOGAR ITALIANO

Ese traslado de amor es la belleza suprema de la memoria italiana

Federico Marotta | 19 nov 2025


LA CALIDEZ DE UN HOGAR ITALIANO

Publicado en Diario "Crónicas" de Soriano, Uruguay

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Podría escribir sobre Sicilia, el Etna y Francavilla, pueblo origen de mi familia. El cruce del estrecho, Taormina y los eternos pueblos como balcón en la montaña cual mágica postal. Pero más quiero escribir sobre Fioretta, que nos abrió la puerta de su casa y nos regaló confianza y cariño, más allá de su exquisita comida casera basada en su propia huerta familiar, en su antigua cocina que es una reliquia, en las piletas donde elaborar vino y en esos bocadillos hechos con la flor del “zucchini” que ella misma planta y cuida.

Un día Enza apareció en la vida de Fabricia y Julio que se habían conocido en Sant Ángelo le Fratte, lugar donde fueron a tramitar la ciudadanía. Ese encuentro motivó hallar un hogar, calor familiar en tierra querida pero también desconocida y sin conocidos. Enza los abrazó con su familia, sus mensajes diarios de aliento y una cena en casa de su madre Fioretta en una terraza con paisaje en los Apeninos, junto a Giuseppe, para hablar de todo, de la italianidad, las ideas, la migración en los dos sentidos, Garibaldi, el Nápoles futbolero, Morricone, la religión y alguna tarantela que se bailó.

Fioretta me enseña su huerto, toma una azada y descubre papas, nos enseña el zucchini, la leña que espera por el invierno, las pastas caseras para el mediodía, la casa de su vida llena de recuerdos y esa niña vecina que cuida y abraza recién llegada del hospital. Quiere regalarnos salsa de tomate casera y nos habla en italiano con acento lucano.

Hoy también podría escribir sobre Pompeya y lo maravilloso de caminarla, transportarse en el tiempo y en el horror de un Vesubio implacable. En esas calles de hace dos mil años, en el teatro, plaza, ruinas de los comercios, casas nobles y cuerpos eternizados que se exhiben. Pero no quiero, tampoco puedo porque no encontraré palabras que puedan transmitir lo que se siente.

Una tarde Fioretta nos lee algunas poesías que escribió su nieto cuando era un niño. Mirando de reojo por si llegaba Mario y con los ojos iluminados de orgullo por aquel niño que hoy joven es un profesor que da conferencias en diversas universidades. Lo hace en italiano, en español, inglés o también en francés pues culminó sus estudios en La Sorbona de París.

Podría despedirme de estas cartas italianas intentando contar la belleza de la costa amalfitana. Tampoco sé cómo hacerlo. Es demasiada hermosura, demasiado paisaje, se llena uno los ojos y el sentimiento. Es cosa para poetas de preciosos sueños delirantes o pintores de exquisita sensibilidad.

Mario nos muestra fotos cuando estuvo en Montevideo viendo a Peñarol, de sus otros viajes latinoamericanos o nos enseña historia italiana. Lo hace a través de una inteligencia privilegiada custodiada por la sencillez de su persona, de su saber estar.

Ci vediamo Italia, la bella, la histórica, cuna del arte. Quizás nos volvamos a refugiar en los Apeninos para que sigan brotando historias.

Los viajes son fotos a guardar y enseñar, lugares donde estuvimos, vivencias, sueños cumplidos y también lo inesperado. Un viaje es demasiado bonito cuando encuentras un hogar, calidez y una torta de cumpleaños siempre casera que te ilumina.

A veces te encuentras personas que no saben que te llevaron cincuenta años atrás sin decirte cosas. Fioretta no sabía que mientras me enseñaba su huerto yo volvía a estar en otro huerto, el de Ema, lleno de frutillas, durazneros, lechugas, ciruelos y nietos. Con el mismo amor con que Fioretta lee poesías de Mario.

Viajar es belleza. Encontrar el cariño de un hogar es ese refugio necesario que te abraza y se convierte en el corazón de un viaje.

Que hayan valido estas cartas italianas en el homenaje a aquellas familias que llegaron a Mercedes para darle vitalidad, trabajo, esfuerzo colectivo, arte, sensibilidad y un legado grandioso heredado hoy por sus descendientes.

Que valga para valorar la memoria que mantienen hoy los pueblos italianos, sobre todo los pequeños pueblos de montaña. Que valga para agradecer el gesto de una familia italiana que recibe a los nuevos emigrantes con cariño exquisito. Ese traslado de amor es la belleza suprema de la memoria italiana.

                                    Federico Marotta

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