
Navidad bajo el mar
Manolo, el abuelo de Adela, marino mercante por más de treinta y cinco años, le contaba siempre historias del mar. Una noche, en la que se quedó en casa de él y de la abuela Margarita, tras la cena, Manolo comenzó a contarle a su nieta la historia de Logola, la reina de los fondos marinos, que celebraba la Navidad con todas las algas, peces, pulpos y demás seres que habitaban a mucha profundidad en el mar.
—Abuelo, Lolo, ¿también existe un Papá Noel allí?
—¡Pues claro, mi reina! Allí se llama Raspanoel, porque es un pez enorme con una enorme barba blanca llena de pequeñas caracolillas.
—¿Y lleva regalos a todos los habitantes del fondo marino?
—¡Ajá, cariño! Así es. Sobre todo a los más pequeñines.
Adela comenzó a imaginarse cómo era ese lugar y cómo era Raspanoel, pero quería saber más, que su abuelo le contara más sobre lo que ocurría en el fondo marino.
—¡Cuéntame más, Abu!
—Está bien, Adela. Voy a contarte la historia. No todo es felicidad en el reino de Logola. Un monstruo llamado Kombala, que vive en una cueva, quiere destruir su reino y que no haya más Navidad bajo el mar.
—¡Córcholis, Abu! ¡Qué rabia! Tenemos que ayudarles.
—Pero… nosotros no podemos ayudarles.
—¡Claro que sí, Abu! Tenemos que hacerlo.
Y así fue como Adela y Manolo se embarcaron en la aventura de salvar el reino de Logola. Irían hasta el centro del mismo en la embarcación de Manolo, que compró poco antes de jubilarse como marino mercante para poder seguir navegando, cercano a la costa, con sus familiares y visitar playas prácticamente desiertas.
Llegados al lugar, a pesar del frío del mes de diciembre, se pusieron sus equipos de buceo y se adentraron en el mar, mientras que Margarita y Noelia, que es la hija de una vecina, se quedaban en el barco por si acaso.
Ya en el fondo, varios peces soldados se pusieron alrededor de ellos y los llevaron hasta el lugar en el que se encontraba la reina Logola.
—¿Qué os trae por aquí, de nuevo, Manolo?
—Majestad, queremos ayudaros con el tema del monstruo Kombala.
—Es muy peligroso. Nadie ha podido con él. Cada vez más está destruyendo mi reino y no hay forma de pararlo.
—¡Nosotros podremos!—dijo con determinación Adela.
Logola vio tan dispuesta a esa pequeña niña rubia de ojos inteligentes, que no quiso quitarle la ilusión de querer vencer al monstruo y salvar así el reino.
Kombala estaba en su cueva tumbado comiendo cuando llegaron Manolo y Adela.
—Grrrrrrrr ¿quién anda por aquí sin mi permiso?
—Soy la bruja niña Adela, que quiere hablar contigo.
—Estoy comiendo y no quiero hablar, ni con brujas ni con nadie.
—Pero es muy importante, porque si no hablas conmigo, en estatua de tierra rojiza te convertirás y jamás lograrás moverte.
Manolo sonrió por las ocurrencias de su nieta, pero la dejó hacer porque siempre había sabido que era muy inteligente.
—De acuerdo, niña bruja, acércate para que podamos hablar.
—Me tienes que dar tu palabra de que no me atacarás mientras me acerco, porque hay mucho en juego y desatarías la furia de todas las brujas del valle.
—Pues sí que estamos buenos hoy. Grrrrrrrrr puaj, ni siquiera puedo comer tranquilo.
Así fue como Adela se acercó al monstruo y estando ya bastante cerca, comenzó a hablar.
—He venido hasta aquí para que me expliques qué te sucede.
—¡Qué pesada la niña, grrrrrr! ¿A qué te refieres?
—¿Por qué siempre estás de mal humor y atacas a la gente?
—Soy un monstruo…¿no te has dado cuenta?
—Sí, ya sé que eres un monstruo, pero no por eso tienes que ser malo. Puedes ser un monstruo bueno.
—¿De dónde habrá salido esta niña bruja? Grrrrrrrrrrrrrrr
—¿Por qué no te gusta la Navidad? ¿No te traían juguetes de pequeño?
—A los monstruos no nos traen regalos, ni juguetes, ni nada.
—¿Por eso no te gusta que los reciban otros?
—Me da ganas de comerte, pequeña bruja, para ver si te callas.
—No me das miedo, monstruo feo. Me da pena que seas así y no tengas amigos.
—¿Cómo sabes que no tengo amigos?
—Porque la gente te tiene miedo y no te quiere. Sí cambiaras de actitud, podrías tener amigos y ser más feliz.
—No lo creo. A la gente no le da por querer a monstruos.
—Si no lo intentas, nunca lo sabrás. Por de pronto, podrías dejar de destruir el reino de Logola y dejar que celebren la Navidad allí. Ahora hago un conjuro para que te ayude: Combí combá que Kombala se llene de luz. Combí combá, que a su paso llegue La Paz.
Y así fue como Kombala, de la mano de Adela, fue a ver a la reina Logola, llevando muchos presentes y diciendo que no iba a atacar más. Entonces todos rodeándole le dieron abrazos y le invitaron a pasar la Navidad con ellos.
Juana María Fernández Llobera

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