El reto
Cristina es una niña de diez años que parece más mayor. Siempre se pasea con sus sudaderas con capucha y su skate, que maneja, después de mucho entreno, con facilidad. Cerca de donde vive hay un skate park, donde con amigos compite para poder mejorar. Sergio es su mejor amigo, dos años mayor que ella, y es el que le hizo conocer ese mundo. En ese parque fue conociendo a mucha gente, desde más pequeños a más mayores que ella.
Una tarde en que estaba entrenando en las rampas, vio un nuevo grupo de chicos mayores que ella, que entrenaban también en rampas más difíciles que las que ella usaba. Grababan vídeos de sus saltos y se retaban unos a otros. A Cristina le pareció divertido lo que hacían, así que se acercó para ver mejor los saltos y escuchar los retos que se ponían. Esa primera tarde no le dirigieron la palabra, pero ella siguió mirando para ver cómo hacían los saltos y aprender.
Dos meses después de la primera tarde que vio a los nuevos chicos, ella estaba entrenando como de costumbre cuando llegaron. Cristina había mejorado mucho en el último mes, así que el cabecilla del grupo de los chicos nuevos, llamado Santi, se acercó a ella y le dijo que si era capaz de saltar en la rampa que acababa de saltar él. Cristina lo intentó y a la segunda vez logró saltar bien. Todos aplaudieron y Cristina se sintió bien por ello, porque se sintió importante dentro de ese mundo. Pasaron las semanas y cada vez más iba con los componentes del grupo de Santi. Tanto era así que, casi nunca iba con Sergio a hacer lo que siempre, durante años, todas las semanas hacían. Sergio comenzó a estar preocupado porque veía que Cristina había cambiado mucho.
Una tarde de sábado que Cristina había quedado con Santi y sus amigos, Santi la retó a robar ropa en una tienda y salir con el skate de la tienda a toda velocidad. Cristina sabía que eso no estaba bien, pero no quería dejar de pertenecer al grupo de Santi, así que entró, cogió una chaqueta y salió a toda velocidad. No pudieron alcanzarla y luego se reunió con el grupo en el parque de skate, donde regaló la chaqueta a Santi, para que estuviera contento. Todos aplaudieron diciendo que era la mejor y Cristina se lo creyó.
Durante meses Cristina fue retada por Santi y cada reto era más difícil que el anterior. Uno de esos retos fue ir en dirección contraria a cómo iban los coches por una carretera secundaria, esquivándolos mientras iba subida en el skate. Más tarde supo que Eva, la hermana de Miguel, un chico que va a su colegio, acabó en el hospital por hacer lo mismo que había hecho ella. Debería haber parado en ese momento, pero no lo hizo.
Emilia, una de las mejores amigas de Cristina, se enteró de lo que estaba haciendo y decidió ir a su casa para hablar con ella, para decirle que era una locura y que las cosas podían acabar mal si seguía por ese camino. Cristina, sin embargo, en vez de entrar en razón, le dijo que era una exagerada y que lo que tenía era envidia del éxito que ella comenzaba a tener. Emilia se marchó de casa de Cristina muy triste y fue a hablar con Sergio para ver si él era capaz de hacerla entrar en razón. Al día siguiente de haberlo intentado Emilia, Sergio fue a hablar con Cristina. Esperó a que saliera de clase para poder hablar con ella de camino a su casa. Cristina apenas lo escucho y le dijo que no se metiera en sus asuntos.
Pocos días faltaban para su cumpleaños, cuando Santi la retó a que se tirase al mar con el skate desde una montaña que tenía una inmensa pendiente. Cristina tenía miedo, pero todos comenzaron a decir que era una gallina, así que se lanzó. Por suerte su amigo Sergio les había seguido y cuando vio que Cristina no salía a la superficie, se tiró al mar y pudo rescatarla. Un hombre que había visto la escena llamó a una ambulancia y como Cristina al salir del agua, ayudada por Sergio, no se encontraba bien, pues tuvo que ir al hospital, con la ambulancia. Sergio la acompañó y luego llamó a los padres de Cristina, que fueron enseguida al hospital para ver cómo estaba su hija. Ese fue el último día que vio a Santi y su pandilla. Jamás volvió a seguir un reto absurdo y peligroso, y se rodeó desde entonces de Sergio y todos los verdaderos amigos que siempre había tenido.
Juana María Fernández Llobera
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