"LA ESPESURA DEL CIELO" DE VIVIANA PALETTA
HIPATIA Asociación Intercultural

"LA ESPESURA DEL CIELO" DE VIVIANA PALETTA

Una historia dura contada con delicadeza y poesía

Viviana Paletta | 14 nov 2025


‘La espesura del cielo’ de Viviana Paletta

Una historia dura contada con delicadeza y poesía 

Buenas tardes, Viviana.

Nos reunimos hoy para hablar de tu novela titulada La espesura del cielo, cuya originalidad me ha sorprendido, y, además, me ha interesado mucho lo que narras a lo largo de ella. Destaca el lenguaje poético, a la vez que es desgarrador lo que narra y todo ello junto, nos sumerge, paso a paso, en la frondosidad de la selva donde la protagonista tiene que lidiar con múltiples conflictos. 

J.M.: Para comenzar la entrevista, me gustaría que nos hablaras de ti, de dónde naciste, dónde vives actualmente, cómo ha sido tu trayectoria literaria y todo lo que consideres de interés para nuestros lectores.

V.P.: Buenas tardes, Juana, y muchas gracias por tu invitación. Te cuento un poco de mi vida: nací en Buenos Aires, viví toda mi infancia allí, en la localidad de Banfield, también la primera adolescencia. Cuando tenía quince años, mis padres decidieron emigrar a Cangas del Narcea (Asturias). Esa experiencia, tan traumática en un principio, como es el hecho de cambiar de país, más a esas edades tan tempranas, se transformó en el descubrimiento de un mundo nuevo, de una nueva cultura; en este caso, en un pueblo dedicado a la minería, en un entorno de montañas, donde seguí mi formación en un ámbito más libre, comparando con la experiencia de los años finales de la dictadura argentina. Pasados los años, volví a Buenos Aires, empecé a trabajar y a estudiar Letras en la Universidad de Buenos Aires en esa primavera que supuso la vuelta a la democracia en Argentina. Pude disfrutar de excelentes profesores que volvían a la vida pública o retornaban del exilio (Ludmer, Jitrik, Viñas, Piglia, Sarlo, etc.), en una época de hervidero cultural tanto literario como musical, de cine y teatro…, tan maravillosa. Y en los noventa, obtuve una beca para venir a estudiar a Madrid y desde entonces vivo aquí.

J.M.: Adentrémonos ahora en tu novela ‘La espesura del cielo’. Es tu primera novela según tengo entendido. ¿Cómo nació la idea de narrar la travesía de una guerrillera por la selva estando embarazada, con la intención de parir bajo el silbido de las ametralladoras?

V.P.: Sí, es mi primera novela, después de tres libros de poemas y un puñado de cuentos. La historia surgió hace bastante tiempo. Me han interesado mucho los años sesenta-setenta del Cono Sur, los movimientos críticos con el statu quo del mundo, la gestación, lucha y derivas de la multitud de grupos revolucionarios, especialmente de mi país. Y en el marco de esos estudios (me dediqué a profundizar a lo largo de mucho tiempo en la obra tanto narrativa como periodística de Rodolfo Walsh, desaparecido de la dictadura, entre otros), surgió como una fijación la imagen de una guerrillera embarazada, aislada, sin sus compañeros, extraviada entre los árboles de una selva asediada por helicópteros y rastreadores, que intenta sobrevivir para dar a luz.

J.M.: Hay una frase que con pocas palabras describes claramente lo que siente la protagonista al adentrarse en la selva: ‘Hay tanta maleza que se atenaza el oído’. ¿Cómo lograste identificarte hasta ese punto para poder narrar lo que siente con esa precisión y contundencia?

V.P.: Busqué por todos los medios imaginar, hacer palpable, a través de la palabra, las situaciones, sensaciones, sentimientos, impresiones, e incluso alucinaciones, que pude vislumbrar que afectarían, a través de todos sus sentidos, a una persona sola, gestante, asediada por inclemencias y peligros de un espacio hostil. Una mujer vulnerable que ha de hacer uso de nuevas estrategias para poder sobrevivir, a ras del suelo, casi animalizada y acechada por enemigos de todo tipo (el ejército, su propio cuerpo, el hambre, la oscuridad, las náuseas, el pánico, etc.).

J.M.: Hay una oración en tu novela que me encanta y que pienso que expresa, con delicadeza pero a la vez profundidad y agitación, lo que siente en relación al bebé que espera: “Escucho la marea que subleva una vida en mi vientre”. ¿Es el eje central la maternidad en tu novela o cuál es el tema principal de la misma?

V.P.: Si no es el principal, es uno de los principales; creo que la maternidad, en el contexto de la militancia política que lleva a nuestra protagonista a optar por la lucha revolucionaria, supone un giro vital de tal calibre que deriva en la reflexión profunda sobre las elecciones que se hacen en la vida, tanto en el aspecto personal como en el colectivo. En el caso de la frase que me señalas, es tal la potencialidad que se vive en un embarazo, el propio cuerpo como un ente autónomo, que puede poner en una tesitura inaudita principios vitales que orientan la voluntad o el carácter.

J.M.: Yo destacaría también en tu novela el uso de términos inherentes a esa zona que describes, por ejemplo, la palabra ‘baqueano’, cuando dices: ‘Un baqueano nos contó, cuando con ingenuidad y fiereza nos echamos al monte,…

Para quien no sepa qué es un baqueano, es una persona conocedora de los caminos y atajos de un terreno, sus características físicas, el idioma,  y costumbres de su población, perteneciendo habitualmente a la misma.

Otra palabra, por ejemplo, es yaguaretés, palabra que designa a los jaguares, que es el felino más grande de América. El jaguar se conoce con muchos nombres locales en las distintas zonas de América donde vive: jaguar, yaguar, yaguareté, tigre americano, otorongo. ‘Yaguar’ significa fiera, y ‘eté’ significa verdadera.

¿Te tuviste que documentar mucho para poder utilizar ese léxico o es común en los países americanos?

V.P.: Sí, hice un trabajo de investigación de los parajes donde imaginé que tenían lugar estos hechos, que es, a grandes rasgos, la zona del norte de Argentina, frontera con Paraguay, para conocer mejor la flora y la fauna locales. Y como me encanta dar testimonio de la variedad lingüística del castellano, especialmente en el Cono Sur, también hay presencia de términos propios del ámbito bonaerense, pero asimismo del italiano, fruto de la emigración tan importante en Argentina.   

J.M.: Nos hablas de un personaje llamado Aníbal, que expresaba ‘Caminar sin rumbo termina en emboscada’. ¿Puedes contar a nuestros lectores cómo nació ese personaje y la importancia que tiene en la historia?

V.P.: Aníbal surgió con la idea de dar cuerpo a esos compañeros de lucha, de tan diferente origen, clase, estudios, profesión, etc., que por su convicción optaron por la lucha política. Su importancia radica en dos aspectos: sus creencias, ancestrales, casi atávicas, que le hacen ver la experiencia de la selva de otra forma; él cree que «había almas antiguas bajo la hojarasca, presencias milenarias que, con su hálito vital, nos impulsaban hacia el porvenir». Esta característica suya, tan particular en el contexto de jóvenes urbanos que se van a hacer la revolución a la selva, se relaciona con la otra que creo fundamental en Aníbal: se trata de un hombre con familia (esposa e hijos), que no duda en embarcarse en la lucha para cambiar el sino de los tiempos, para pelear por un mundo mejor por los que vendrán después.

J.M.: La protagonista piensa en su madre, en los momentos que pasaban juntas viendo partir los barcos con sus nombres altisonantes y con su sordo bocinazo. ¿Es el miembro de su familia a la que estaba más unida?

V.P.: No lo sé, creo que la experiencia tan inusitada de un primer embarazo en una joven, más el hecho de estar tan lejos de casa en circunstancias tan graves, se combinan para que este personaje extrañe la presencia de su madre. La protagonista intenta comprender, en los tiempos de reflexión que da la soledad en la selva, qué puede tener en común con ella tanto como el bien que le haría tenerla a su lado en estas condiciones. Pero así también le pasa con recuerdos de otros familiares, su padre, especialmente una abuela, algún vecino del barrio, que le dan sostén y un punto de referencia para no extraviarse del todo, para saber quién es y de dónde proviene.

J.M.: La protagonista escribe con los lápices de colores que le dio Nati antes de irse de su casa, junto a un librito para pintar todo arrugado por el sudor de sus manos al correr. Libro que utiliza, según narra, para no enloquecer. Hay una frase respecto a esos lápices, que describe la situación en la que se encuentra: “A veces mordisquear los lápices atempera el hambre”. ¿Puedes explicar a nuestros lectores la razón de que se fuera de casa y cómo ha llegado a esa situación?

V.P.: Nuestra protagonista da cuerpo a una experiencia que fue muy generalizada en los años sesenta, setenta, del siglo pasado. La posibilidad de estudiar para unas generaciones que no habían llegado a la universidad, especialmente las mujeres de clase media, y que toman conocimiento de las circunstancias políticas y sociales, el hervidero de iniciativas comunitarias que eran las aulas de los colegios secundarios, de la universidad, incluso las parroquias, con el auge de la Teología de la Liberación. Cómo se aboca una joven a esa vida de compromiso social que, en ciertas circunstancias históricas, puede llevar primero a la militancia política y, en muchos casos por aquellos años, a integrarse en movimientos revolucionarios, en especial a partir de la toma de poder en Cuba en 1959. Todo eso es lo que intenta abordar entre otros temas esta novela.

J.M.: Hablas de un personaje que se llama Norberto: ‘Norberto nos dejó la guitarra’. ¿Puedes decirnos quién era y qué papel tiene en la historia? Así como otros personajes que aparecen son: Polo, Eloy, Bermúdez (alias ‘Carótida’). ¿Puedes explicarnos brevemente quiénes son?

V.P.: Como en el anterior caso del personaje de Aníbal, todos son recreaciones de protagonistas de la lucha revolucionaria, tanto estudiantes o trabajadores comprometidos, que ponen su saber al servicio de la sociedad, así como su alegría, su entusiasmo su talento musical (es el caso de Norberto). En su mayor parte, eran personas idealistas y buenas que pueden asumir o no su participación en estas circunstancias excepcionales y que pueden llegar al límite de lo soportable, como le ocurre a Polo. Asimismo, también quise retratar el papel de ciertos dirigentes o, como es el caso de un oficial revolucionario, Bermúdez, alias “Carótida”, que se excede en sus potestades y abusa cínicamente del poder que le da el escalafón al estilo militar, del que lamentablemente hubo innumerables ejemplos.

J.M.: Cecilia es la compañera de la protagonista en la campaña de alfabetización. ¿Qué puedes decir de ella a nuestros lectores?

V.P.: Supone el papel de la amiga íntima, con la que se comparten las vicisitudes de la adolescencia y juventud, un momento tan especial en la vida. A eso se suma la euforia de participar juntas en tantas actividades comunitarias, con la alegría y el entusiasmo de trabajar contra el analfabetismo, lograr que las personas más humildes y sin medios puedan acceder a la lectura. Para estos jóvenes era ávidos de cultura, era un valor fundamental compartirla con otros y que no fuese nunca un privilegio de clase.

J.M.: La protagonista se hace unas preguntas estando en la selva:

‘¿Cómo sonará el llanto de un bebé rasgando esa cortina de ruidos que es la noche cerrada en la selva y su frondoso silencio, cuajado de briznas disonantes, como si entrara en combustión, pertinaz?

¿Cómo el susurro de la madre, meciendo su hambre y su agotamiento?”. 

Dichas preguntas nos hacen ver lo que siente ella estando en ese lugar. ¿Era esa tu intención o va más allá?

V.P.: En un primer punto, quise acercarme crudamente a esa experiencia tan única y traumática, como reveladora, que es la maternidad sola y en circunstancias terribles, en un espacio bélico, donde la supervivencia está en continuo riesgo, exacerbando lo que conlleva la gestación en sí, tanto en lo físico como en lo mental de enfrentarse al hecho de gestar y parir. Pero, dado que estamos hablando de un texto literario, me encantaría que tuviera otras lecturas, que generara distintas percepciones, el regalo que nos hace el lenguaje en su entidad simbólica a los lectores, todo lo que pueda escapar a mi intencionalidad primera, como un regalo de las lecturas que provea.

J.M.: A lo largo de toda la novela nos muestras lo que vive en la selva y luego vas a su vida anterior, a  recuerdos que la marcaron. ¿Es para mostrarnos la nostalgia que siente la protagonista y, a la vez, adentrarnos en lo que era su vida anterior? 

V.P.: Creo que en circunstancias de absoluta soledad, de desorden emocional a raíz de la vulnerabilidad del cuerpo, en medio del pánico que puede llevar al desquiciamiento, la memoria puede abrazarse como un soporte del ser, darnos la dimensión de una identidad construida a lo largo del tiempo en colaboración o en confrontación con las personas y las situaciones en las que nos ha colocado el transcurrir del tiempo. En el caso de nuestra protagonista, sí está presente la evocación de momentos felices, la añoranza de ciertas personas ineludibles en su vida, pero también esta referencia a quien se es en lo más íntimo de uno mismo, que pueda darnos entidad, un punto de apoyo y amparo contra los embates de los acontecimientos de la vida. 

J.M.: No voy a decir nada más de la novela porque quiero que quede la intriga para que entren las ganas de leerla. Quisiera que nos hablaras brevemente de otras obras tuyas.

V.P.: Bueno, como comentaba anteriormente, soy autora de tres libros de poemas: El patrimonio del aire (2003), el primero de ellos, aborda a grandes rasgos la experiencia de la migración a través del tiempo, como herederas tanto en lo familiar como en lo colectivo de una larga tradición de expatriación, para buscar la posibilidad de sobrevivir, aunque sea en territorios ajenos a nuestro lugar de nacimiento. Mi segundo libro, Las naciones hechizadas (2010 y 2017), tiene como objeto la guerra, a través de un yo poético, tanto individual como colectivo, que describe la tragedia que supone todo hecho bélico a lo largo de la historia, la brutalidad y la sinrazón de la que somos testigos –como podemos comprobar ahora mismo si nos atenemos a las noticias de cada día–; también plantea el beneficio tanto material como de distinción social para quienes se aprovecharon y se aprovechan de ellas, sin conmoverse por la tierra regada de víctimas y destrucción. Y por último, publiqué en 2018 Arquitecturas fugaces, que se centra en la transitoriedad del ser, en la fugacidad de todas las cosas, o como dijo el poeta Oscar Pirot al respecto: el libro hace «preguntarnos si acaso más que una presencia somos un transcurrir, y si lo somos, en qué eslabones de ese tránsito nos construimos como sustancia».Aparte de la poesía he escrito cuentos fantásticos, alguno policial, también microcuentos, que pueden encontrarse en distintas antologías; me encanta el cuento como género, tanto para leer como para escribir; creo que, en tanto que forma literaria, ofrece muchísimas posibilidades. 

J.M.: ¿Tienes algún proyecto literario del que nos puedas adelantar algo?

V.P.: Ahora mismo está imprenta un nuevo libro de poemas, Piedra de plegaria, lo que me tiene feliz y emocionada, con ganas de compartir esos versos que son como esquirlas de la vigilia poética en que hacemos pie en medio de un mundo en ruinas para nombrar lo que permanece, para no quedarnos a la intemperie, una forma de resistencia.

J.M.: Y ahora, llega el momento libre, para expresar algo que consideres importante y que no hayamos tocado a lo largo de la entrevista. 

V.P.: Sobre todo quería dejar pronunciado mi agradecimiento por este encuentro y un brindis por la tarea que compartimos, el entusiasmo por creer en el papel de la escritura como manifestación creativa y un compromiso con los demás. Te quedo muy agradecida.

                             Juana María Fernández Llobera

 

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